viernes, 30 de noviembre de 2018


Boabdil y la rendición de Granada: cobardía o sentido común e instinto de supervivencia

 La figura histórica de Muhamed Abú Abdallah (más conocido como Boabdil “el chico”), monarca nazarí que reinó desde Granada el último territorio de Al-Andalus tras casi ochocientos años de invasión musulmana de la Península Ibérica y de la Septimania, ha pasado a los anales de la Historia como un dirigente débil y con poca valentía que rindió su última fortaleza sin luchar, sin sacrificar su vida y la de sus seguidores en una épica batalla final que le habría catapultado al verde edén de los mártires musulmanes, ¿pero realmente es cierta esa indigna fama?

Cuentan las crónicas que desde su nacimiento fue perseguido por un negro presagio, por lo que fue apodado entre los musulmanes como el Zogoibi (el desventurado). Astrólogos consultados ante su nacimiento anunciaron que su único sino sería la pena y el infortunio, ya que llevaría a la muerte a todos los que le amasen y entre sus manos, la media luna se terminaría transformando en cruz.

Para no alargarnos en exceso, no vamos a entrar en detalles de su infancia y juventud, situándonos directamente en 1491, momento en que el monarca de treinta y tres años debe hacer frente a la que seguro va a ser la decisión más relevante en su vida. Tras siglos de reconquista cristiana, la presencia mahometana en esta península del sur de Europa ha quedado relegada a un reducido territorio que comprende el Reino, Emirato o Sultanato Nazarí de Granada. El joven emir debe hacer frente tanto a las ansias de los seguidores de la cruz por finalizar la expulsión de los musulmanes y ampliar así los dominios de la cristiandad, como a las guerras civiles internas del reino entre distintas facciones.

Los ejércitos de los Reyes Católicos, sitian desde abril la ciudad de Granada (habiendo saqueado las zonas limítrofes para asegurarse que no les puedan llegar ni refuerzos de tropas ni los imprescindibles víveres para la población que alargarían más tiempo el asedio).  Isabel y Fernando mandan construir una ciudad junto a la vega granadina para albergar a las tropas cristianas, la cual será conocida como Santa Fe.

Transcurrida la primavera y el verano, Boabdil es consciente de la situación crítica que viven: los alimentos empiezan a escasear y estallan aisladas revueltas lideradas por sus ciudadanos hambrientos que son sofocadas por sus tropas, con sus limitados destacamentos es imposible hacer frente a las numerosas fuerzas cristianas que protagonizan el sitio, la posibilidad de obtener refuerzos desde más allá del estrecho es impensable al controlar los cristianos la totalidad de los puertos de las costa de Al-Ándalus,…

Previsiblemente, estas circunstancias adversas le hicieron decantarse por la opción de, aprovechando sus dotes de hombre de estado, de buen político y negociador antes que guerrero, buscar la pervivencia de su pueblo y de su estirpe negociando la rendición de Granada, rendición no incondicional ya que, mediante las conocidas como “Capitulaciones de Granada”, se garantizaron derechos generosos para los vencidos (como la tolerancia hacia la religión musulmana, el respecto a la vida, a los bienes, a sus leyes, a su lengua,…).

El ansia de los Reyes Católicos por finiquitar una guerra que ya se alargaba diez años y que estaba suponiendo una sangría económica (junto con el ansia de pasar a la historia por ser los monarcas que finalizarían la larga reconquista peninsular) y el sacrificio por parte de Boabdil de renunciar a su reino y a la Alhambra, palacio-fortaleza que lo vio nacer, desembocaron en la firma de este tratado en el mes de noviembre tras arduas negociaciones, estableciéndose un plazo de dos meses para entregar el control de la ciudad, fijando finalmente la fecha del seis de enero de mil cuatrocientos noventa y dos.

Pero en previsión de posibles insubordinaciones o revueltas (que finalmente no llegarían a producirse), dicha fecha fue adelantada al día dos de enero. Según parece, por consejo del propio Boabdil, un destacamento de soldados cristianos bien armados entró a escondidas en la ciudad liderados por Gutierre de Cárdenas, maestre de Santiago y comendador mayor de León. Pronto se desplegaron por toda la muralla y sus principales torres, liberando a los presos cristianos allí recluidos. Después llegó la señal convenida, tres cañonazos y el grueso de las tropas cristianas accedieron al interior de la urbe.

El emir musulmán con su séquito, abandonó Granada por callejuelas poco frecuentadas para ir en busca de Isabel y Fernando, cumpliendo así con lo establecido en los acuerdos para la entrega de la ciudad.  El encuentro se realizó junto a la actual ermita de San Sebastián (en aquellos momentos rábida o morabito musulmán). Cuentan las crónicas que se trató de una breve ceremonia entre el monarca vencido y los reyes victoriosos, desarrollada en un ambiente exento de humillaciones, reinando la humildad de los protagonistas y el respeto al vencido (como por ejemplo la negativa del rey Fernando a que Boabdil bajara de su montura para reverenciarlo, con la famosa mano afectuosa del cristiano triunfador sobre el brazo árabe derrotado).

Isabel y Fernando, por miedo a encontrar desórdenes o alborotamientos entre la población musulmana de la urbe rendida, decidieron una vez finalizado el traspaso de poderes, retirarse nuevamente hasta Santa Fe, no accediendo a Granada hasta días después. Como curiosidad, para rememorar este encuentro, cada 2 de enero, justo a las tres de la tarde, las campanas de la Catedral de Granada tocan tres campanadas.

 

Hasta aquí podríamos decir que hemos expuesto lo más conocido, lo que suele aparecer en los libros texto formativos. Pero ¿qué pasó después de esto con Boabdil y los suyos? Pues bien, dentro de lo acordado para la rendición de Granada, los Reyes Católicos le concedieron un Señorío en las Alpujarras (concretamente en Laujar, actual Andarax) donde retirarse con sus seguidores. La famosa rendición de Granada, técnicamente más que una rendición fue una venta, ya que el jerarca nazarí recibió una gran suma de oro (se especula con 30.000 castellanos de la época, equivalentes a unos 138 kilos del preciado metal).

Siguiendo con lo acordado, Boabdil y sus huestes emprendieron la marcha hasta su nueva morada de noche, cargados con sus enseres y su cuantioso botín que le garantizaba seguir con una vida acomodada a partir de ese momento. Pese a la popularidad de las palabras teóricamente pronunciadas por Aixa, su madre (“Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre”), no existe crónica alguna que lo autentifique, siendo más fruto de la creatividad de don Antonio de Guevara Noroña, Obispo de Guadix, quien muchos años después, cuando le relató la historia a doña Isabel de Portugal en su visita a Granada, incluyó está memorial frase para quizás ensalzar más la victoria cruzada.

Los Reyes Católicos, temerosos de futuros levantamientos de la población musulmana reclamando la vuelta de su Emir, exigieron como garantía el retener a 600 nazaríes, hijos de gente principal entre los que se encontraban dos hijos de Boabdil (Yúsef y Ahmed), los cuales llevaban ya años presos apartados de su familia.

 A cambio, le permitieron quedarse en sus posesiones de las Alpujarras todo el tiempo que quisiera, aunque finalmente no fue así ya que, aunque se desvinculó totalmente de su vida pública como monarca, se consideró que era muy arriesgado tenerlo “tan cerca de vecino” por lo que, de forma discreta, la corona española fue comprando sus posesiones (con la colaboración del alcaide Aben Comixa, quien tenía la misión de informar sobre todos su movimientos a los hombres de confianza de los Reyes Católicos), terminando finalmente por convencerle de la conveniencia de abandonar las tierras cristianas. A eso también ayudó la trágica muerte de su mujer Morayma en pleno parto, un año después de su llegada a las tierras almerienses.

 El 28 de agosto de 1493 Boabdil, tras solicitar y conseguir la libertad de sus hijos a los Reyes Católicos y recibir los últimos honores de Rey en España, embarcó junto con su séquito (unos 1120 granadinos) en el puerto de Adra en tres embarcaciones de la flota del comandante vasco don Íñigo de Artieta.

Según cuenta la leyenda, una vez embarcados, Boabdil lanzó su espada al mar y prometió volver a buscarla algún día, promesa que no pudo cumplir.

Su destino fue el puerto de Cazaza (a unos 15 km de Melilla), donde les esperaban una escolta del Sultán de Fez, quien gustosamente le había manifestado su aprobación para que establecieran su nueva estancia en sus dominios, concediéndoles solares para que se construyeran sus casas (emplazamiento que actualmente todavía es conocido como el barrio granadino).

Su nueva vida, establecido en Fez, discurrió de forma tranquila, apartado de la vida política (aunque ejerció de consejero del sultán). En 1533, encontró la muerte en plena batalla defendiendo la ciudad que le albergó en su día frente a las tropas jerifes.

Su cuerpo fue enterrado en una musalla (ermita, templete)  cercana a la Puerta de la Justicia de la medina de Fez.

Aquí termina esta exposición en la que he querido tratar la parte menos conocida popularmente de un personaje histórico de renombre, de un líder que, aunque pasó a la posteridad como falto de coraje y valor, quizás no fue justa la etiqueta que se le asignó.

Quizás jamás sepamos realmente qué le movió a tomar la decisión que tomó respecto a Granada, lo que sí que es cierto es que con esa dura decisión evitó la muerte segura de miles de granadinos (y de cristianos atacantes).
 

                                                  - juancarl 20/18-



 

viernes, 23 de noviembre de 2018


De las pocas cosas positivas que nos ha aportado la guerra a nuestra vida diaria.

Por todos es sabido las penalidades y desastres que acarrean las contiendas bélicas (tristemente aprendido a lo largo de nuestra historia), pero hoy quiero resaltar algunos objetos o expresiones que quizás desconocías su procedencia bélica. Aunque el abanico es mucho más amplio, voy a destacar los tres que más me sorprendieron en su día:

- El reloj de pulsera masculino

Hasta la I Guerra Mundial (1914-1918), los relojes de pulsera únicamente existían en formato femenino, ya que los hombres preferían usar sus relojes de bolsillo colgando de una fina cadena al estilo tradicional, considerando los de muñeca similares a una joya femenina.

Pero durante esta gran contienda, los pilotos de avión demandaron este formato de reloj debido a lo reducido de su espacio en cabina el cual le imposibilitaba consultar la hora sin descuidar los mandos de la aeronave, así como por lo reducido de su instrumentación a bordo, pasando a utilizar el reloj para calcular rumbos, distancias y horas de combustible. Viendo su facilidad de consulta, los relojes de pulsera también empezaron a usarse por los soldados en las trincheras, principalmente por los oficiales de artillería, los cuales se percataron que les permitía consultar el tiempo de disparo a la vez que calibraban los cañones.

Cartier y Philippe fueron los primeros fabricantes que mandaron a las tropas relojes de pulsera realizados con correas de cuero y protector de metal para el vidrio.

Finalizada la “Gran Guerra”, se impuso el uso masculino de los relojes de pulsera, convirtiéndose en un estándar.

- La expresión positiva “Ok”

Existen diversas teorías sobre la procedencia de la expresión “Ok”, desde la que le confiere un origen alemán (iniciales de “Obertst Kommandant”, utilizadas por soldados alemanes para identificar los comunicados militares), un origen griego (iniciales de “ola kala” que significa “todo está bien”) o un origen anglosajón (concretamente americano), fijando su primera utilización durante la Guerra de Secesión, cuando al regresar las tropas de una misión mostraban en un gran pizarra situada a la entrada del fuerte la frase de “0 Killed” (cero muertos), indicando que todo había salido bien y no había bajas que lamentar.

Sea cual sea su auténtico origen (algo imposible de averiguar actualmente), la expresión “Ok” se extendió por todo el planeta siendo siempre utilizada para expresar conformidad.

- El bolígrafo

Aunque su invención no se produjo en un ambiente castrense (fue un búlgaro llamado Lazlo Biro quien ideó el nuevo sistema de escritura para sustituir a las plumas estilográficas de tinta en 1938, ayudado por su hermano, químico de profesión. Desarrollaron un nuevo tipo de tinta más fluida y tras observar a unos niños jugando con canicas sobre un suelo con charcos, se percató que las bolas, al atravesar un charco de agua, dibujaban tras de sí una línea húmeda sobre la superficie seca de la calle), no sería hasta el transcurso de la II Guerra Mundial cuando se generalizaría su uso, especialmente por los pilotos de la RAF (Real Fuerza Aérea Británica) en sus bombarderos, al comprobar que funcionaba bien en altura, no afectándole los cambios de clima y la presión (las plumas estilográficas estallaban por la misma derramando su tinta sobre el uniforme de los pilotos), no secándose su tinta y perdurando ésta en el tiempo.

Una vez finalizado el conflicto, la producción de bolígrafos fue creciendo exponencialmente, cambiando de manos las patentes registradas y apareciendo distintas empresas especializadas, muchas de las cuales perviven en la actualidad.






 

viernes, 16 de noviembre de 2018


S’ACCABADORA, la dama sarda de la buena muerte
 
En la italiana isla de Cerdeña, más concretamente en su parte centro-norte, existió una misteriosa figura con una misión muy concreta: terminar con la agonía de los moribundos en su larga espera.

Actuaron en una época de aislamiento y escasos recursos, principalmente de las clases más necesitadas, a las cuales les era imposible sufragar los gastos de desplazar a un médico desde su residencia habitual en la ciudad hasta el poblado o la aldea donde yacía el moribundo (situada muchas veces a varias jornadas a caballo), con la finalidad de suministrarle medicación para evitarle el ineludible sufrimiento largo y atroz.

Es necesario significar que la cultura sarda siempre ha tenido una relación natural con la muerte, considerándola como el fin del ciclo natural de la vida, restándole ese miedo y dramatismo con que la vivimos en otras culturas como la nuestra.

Entendían que al igual que había una partera que ayudara a nacer, podía existir una “s’accabadora” que ayudara a morir (rumoreándose en muchas ocasiones que podía tratarse de la misma persona incluso, variando el color de sus ropajes según su misión en ese momento: negro si “llevaba la muerte” o blanco o claro si tenía que “dar a luz una vida”).

No se conoce desde cuando pudo existir esta funesta figura por falta de registros escritos, pero quedó probada su veracidad al contar con diversos testimonios reales e incluso imputaciones judiciales por haber ejercido este “oficio”. No consta condena judicial alguna a ninguna de las “s’accabadoras”. En Luras, en Gallura, “s’accabadora” mató a un hombre de 70 años, siendo cerrado el caso por un acuerdo de los Carabinieri, el Procurador del Reino de Tempio Pausania y la Iglesia, al coincidir en que había sido un gesto humanitario, un acto piadoso. Quedó probado que todos sabían y todos guardaban silencio, asumiendo la necesidad de su labor en aquellos tiempos y por aquellos lares.

Eran los propios familiares de los enfermos terminales quienes contactaban con la mujer en cuestión, la cual llegaba a la casa del moribundo siempre de noche. Tras pedir a los familiares que abandonaran la propiedad, accedía a la habitación donde se encontraba el moribundo y era allí donde se vestía con las prendas negras que le cubrían hasta parte del rostro. En ese momento el enfermo entendía que su sufrimiento iba a terminar en breve.

Una vez ataviada con su característica indumentaria, se acercaba a la cama con el “mazzolu” en mano (especie de bastón formado por una rama de olivo de 40 cm de largo y 20 cm de ancho, con un mango que le permitía un agarre seguro y preciso). Un único golpe martilleante en la frente con el “mazzolu” solía terminar con la vida del enfermo.

 Sigilosamente, una vez cumplida su labor, s’accabadora abandonaba la casa aprovechando la oscuridad de la noche. La familia del recién fallecido solía expresarle su profunda gratitud por el servicio prestado ofreciéndole productos de la tierra (sus más preciadas pertenencias dada su pobreza).

El último caso constatado lo encontramos en el pueblo de Orgosolo, en la provincia de Nuoro, en 1952.

En el 2015 la historia/leyenda de “s’accabadora” fue llevada a la gran pantalla por Enrico Pau, siendo premiada ese mismo año en el Festival de Montreal.

Claramente se trataba de un tipo de eutanasia arcaica, ideada y aplicada por ya para las clases más humildes residentes en la inhóspita Cerdeña, una gran isla escasa durante muchos siglos de los recursos y avances que sí estaban presentes en la península itálica.

A nivel personal, tuve la oportunidad de recorrer la isla hace unos años, sorprendiéndome su larga extensión y la ausencia de ciudades o núcleos poblacionales en toda su zona interior (en pleno siglo XXI), lo que seguro ha marcado la personalidad de los habitantes de estas solitarias zonas, siendo por tanto comprensible que tuviesen que recurrir a métodos poco convencionales para solucionar sus problemas del día a día.

                    - juancarl 20/18 -


 

viernes, 20 de julio de 2018


Curiosos usos prácticos de la orina en la antigua Roma:

 Imperio Romano (27 a.C. – 476 d.C.). Aunque parezca increíble, en la antigua Roma pronto se valoró la efectividad de la utilización como materia prima en procesos productivos de una sustancia tan común como la orina humana. Los centros de curtido de pieles y las lavanderías (denominadas fullonicas) fueron los principales beneficiarios de su utilización, generalizándose tanto la misma que el propio emperador Vespasiano mantuvo un impuesto denominado “vectigal urinae” que gravaba la recolección de orina en las letrinas y vías públicas.

En las fullonicas, el lavado de la ropa requería un largo proceso que se iniciaba con el arreglo de cualquier desperfecto que presentase la prenda a lavar. Una vez en perfectas condiciones, la ropa era sumergida en diferentes tinas o balsas llenas de orina principalmente humana mezclada con agua, ceniza y distintos tipos de arcillas, sufriendo un intenso pisoteo por parte de los esclavos, similar al que recibía la uva durante el proceso de producción del vino. Gracias al amoniaco de la orina las manchas desaparecían y gracias a la ceniza los tejidos eran blanqueados. El último enjuague de la prenda se realizaba en una balsa exterior más grande, denominada “lacuna fullonica”, que contenía agua de lluvia recogida en el “impluvio”. La siguiente fase consistía en escurrir bien las prendas, colocarlas en grandes armazones para su secado y perfumado (este último con sobrecoste por parte del cliente). Dicho perfumado se conseguía utilizando esencias naturales y florales. Previas a su entrega se planchaban en una prensa (pressorium).

La recolección de la orina necesaria se obtenía de diversas formas: inicialmente los anónimos donantes realizaban sus micciones en grandes recipientes colocados en la vía pública. Posteriormente, tras la implantación del “vectigal urinae”, se construyeron letrinas públicas donde los propietarios de las fullonicas pudieron recoger la orina previo pago a las autoridades.

 Por último, destacar otro uso dado a la orina humana que sería totalmente impensable en nuestros días, aunque resultó en su momento muy efectivo. Aprovechando el amoníaco que se consigue tras la descomposición de la misma, era habitual su uso para el blanqueamiento dental bien en forma de enjuague bucal bien en forma de pasta de dientes (mezclada con piedra pómez). Curiosamente Hispania, fue uno de los territorios del imperio donde más implantada estaba esta práctica, como queda reflejado en el poema de Cayo Valerio Catulo:

[...] en el país de Celtiberia,
lo que cada hombre mea, lo acostumbra utilizar para cepillar
sus dientes y sus rojas encías, cada mañana,
de modo que el hecho de que tus dientes están tan pulidos
solo muestra que estás más lleno de pis.

 
                                                             - juancarl 20/18 -




 

 

viernes, 6 de julio de 2018


Templarios, su más trágico viernes 13:

París (Francia), 1307. En sus casi doscientos años de existencia, la Orden del Temple había conocido muchos viernes 13, pero ninguno pasaría a los anales de su historia como ese 13 de octubre de 1307, inicio de su desmoronamiento. La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón se había convertido ya en aquellos tiempos en una poderosa y acaudalada orden militar, siendo la principal prestamista de la Corona francesa y de otros países europeos. Es probable que esta condición de prestamista influyese en el interés del monarca francés en suprimirla ya que así, desapareciendo la Orden del Temple, desaparecían sus deudas (contraídas mayoritariamente por su padre(Luis IX) durante la fallida octava cruzada).

 Felipe IV (llamado el Hermoso), rey de Francia, ideó un elaborado plan para desarticular a los caballeros de la cruz paté roja, aconsejado por su ministro Guillermo de Nogaret. Despachó correos a todos los lugares de su reino con órdenes estrictas de que nadie las abriera hasta la noche previa a la operación planificada, es decir, hasta la noche del jueves 12 de octubre. Los pliegos ordenaban la captura de todos los caballeros templarios que se encontrasen en territorio francés y la posterior requisa de sus bienes bajo pretexto de la Inquisición. El monarca galo consiguió persuadir al Papa Clemente V para que iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a ídolos paganos a través de ritos heréticos.

Con los primeros rayos de sol del viernes 13 de octubre, las tropas de Felipe IV irrumpían simultáneamente en todos los castillos, conventos y encomiendas templarias del país, apresando a unos 140 caballeros, los más destacados, incluyendo al Gran Maestre de la Orden que se encontraba circunstancialmente en tierras francesas reclutando tropas y abasteciéndose de vituallas para secundar el deseo del Papa de organizar una nueva cruzada para liberar Tierra Santa. Sorprendentemente, los arrestados no opusieron resistencia a su detención, arrojando sus armas al suelo nada más verlos, cumpliendo así disciplinariamente con lo establecido en su Regla interna que disponía que les estaba permitido levantar la espada contra otro cristiano.

El Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay, fue torturado por la Inquisición al igual que los más significativos caballeros de la orden, hasta obtener las declaraciones deseadas, siendo posteriormente revocadas por la mayoría de los acusados. El proceso en que fueron juzgados los templarios fue del todo irregular. El propio Rey consiguió la facultad de juzgar a los miembros franceses de la Orden, siendo juzgados con respecto al Derecho canónico y no por la justicia ordinaria francesa.

Muchos templarios fueron pasando por la hoguera en medio de un sinfín de irregularidades y el recelo del pueblo llano. En 1314, Jacques de Molay, Godofredo de Charney, maestre en Normandiía, Hugo de Pereud, visitador de Francia y Godofredo de Goneville, maestre de Aquitania, fueron condenados a cadena perpetua, gracias a la interferencia del Papa y de importantes nobles europeos. Al comunicarles la sentencia frente a Notre-Dame, los máximos representantes de la Orden renegaron públicamente de sus confesiones: “¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar al Temple por salvar nuestras miserables vidas!”. Estas palabras propiciaron que los sentenciaran a muerte ese mismo día, siendo quemados en hogueras improvisadas allí mismo.

Según cuenta la leyenda, antes de ser consumado por las llamas, Jacques de Molay pronunció una maldición dirigida a aquellos que le habían sentenciado: “Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad”.  Realidad o mito quizás creado posteriormente por los cronistas, la verdad es que antes de un año fallecieron tanto el monarca francés Felipe IV como el Papa Clemente V, así como uno de los mayores instigadores, Guillermo de Nogaret.

En el resto de Europa la persecución templaria no fue tan violenta, resultando absueltos la mayoría de sus miembros de las acusaciones formuladas. Las posesiones de la Orden del Temple resultaron finalmente repartidas entre nobles y mayoritariamente integradas en la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, su eterna rival.

Deseo terminar este artículo con una cita de un cronista francés, coetáneo a los protagonistas de los hechos aquí relatados, llamado Geoffroy de París:

 “Se puede engañar a la iglesia, pero no se puede engañar a Dios. No digo más. Sacad vuestras propias conclusiones”.

                                              - juancarl 20/18 -



 

viernes, 29 de junio de 2018


“No quiero vivir sin el III Reich”, la oleada de suicidios de alemanes que terminó de masacrar la Alemania de 1945:

Alemania nazi, 1945. La presión de los aliados va reduciendo a marchas forzadas la extensión del territorio controlado por Hitler y sus seguidores. Una vez reconquistados los territorios extranacionales (Polonia, Francia, Hungría, Bélgica…) los atónitos alemanes, que habían rozado la gloria poco tiempo atrás, empiezan a contemplar como sus fronteras históricas están siendo sobrepasadas por las fuerzas militares aliadas (principalmente por las tropas soviéticas) que marchan a un ritmo desenfrenado con un claro objetivo, tomar Berlín y apresar a Hitler.

Los restos del afamado ejército del III Reich van replegándose incapaces de contener tal avance por falta de medios, de coordinación y del necesario apoyo de la aviación, totalmente neutralizada por esas fechas. La falta de efectivos obliga a las autoridades alemanas a reclutar a niños y ancianos veteranos de la I GM para que empuñen las armas en defensa de su patria atacada. Aunque la resistencia germana es feroz, la superioridad militar rusa se impone, conquistando de forma continuada un objetivo tras otro.

Son muchos los habitantes de los territorios que van sucumbiendo al avance soviético los que optan por poner fin a sus vidas en previsión de una supuesta represión de los invasores, bien por haber pertenecido al partido nazi bien por el simple hecho de ser alemán, ya que el aparato propagandístico hitleriano se había encargado de advertir a sus conciudadanos sobre el peligro que se cernía sobre sus cabezas, con la finalidad de motivarlos hasta el límite para intentar conseguir todavía una imposible victoria en el conflicto. Asimismo, les habían aconsejado que, antes de caer prisioneros del “desalmado y vengativo ejército rojo” (no hay que olvidar que en la “Operación Barbaroja” que pretendía la invasión de la URSS por parte de los alemanes habían perecido casi veinte millones de soviéticos), se quitasen honrosamente la vida, para lo cual habían distribuido las Juventudes Hitlerianas entre sus conciudadanos miles de cápsulas de cianuro para cuando llegase el trágico momento.

 Los métodos utilizados para lo que ello llamaban “seblstmord” (auto-asesinato) fueron muy variados: desde los más sencillos como ahorcamientos en los árboles, saltos al vació en puentes, seccionamiento de venas con cuchillas de afeitar, … hasta los más elaborados como la utilización de estas cápsulas de cianuro de potasio, el cual no es mortal por sí mismo pero sí cuando reacciona con los ácidos estomacales al convertirse en cianuro de hidrógeno.

Aunque en su momento las fuerzas ocupantes facilitaron una cifra oficial de suicidios, estudios posteriores han demostrado que fueron muchos más los casos no contabilizados, por lo que podríamos estar hablando de decenas de miles de vidas sacrificadas por un ideal a lo largo del territorio alemán. Quiero destacar un par de ejemplos que tuvieron una repercusión mundial por las circunstancias especiales de sus protagonistas:

- La ciudad de Demmin, situada en el noroeste de Alemania, tuvo el triste honor de albergar el mayor suicidio en masa jamás registrado en Alemania. Hay que indicar que era uno de los mejores feudos de los nazis, donde obtuvieron uno de los mayores apoyos ciudadanos en las elecciones de 1933, convertirse en un importante centro de abastecimiento de oficiales y soldados para el ejército alemán, vista su gran implicación.

A finales de abril de 1945, cuando las tropas del 65º ejército soviético llegaron a sus inmediaciones y sintiéndose desamparados por la retirada tanto de los soldados como de la policía y dirigentes del partido, empezaron los suicidios. La decepción de los más fanáticos por ver cómo se hundía a sus pies ese deseado imperio de la esvástica junto al miedo tras los primeros saqueos, violaciones y ejecuciones llevadas a cabo por los soldados de Stalin, propiciaron el histerismo en masa que desencadenó la tragedia. Familias enteras se suicidaron en los primeros días de mayo. Al tratarse de una población rodeada por los cauces de varios ríos, un gran número optaron por el ahogamiento para poner fin a esa pesadilla que estaban viendo. Muchas madres, tras asesinar a sus hijos, se arrojaban al río con grandes piedras atadas con cuerdas a sus cuellos, conformando un paisaje infernal donde multitud de cuerpos y sus pertenencias quedaron flotando sobre la superficie hasta varias semanas después en que consiguieron recuperar todos los restos humanos enterrándolos en fosas masivas. El historiador Florian Huber, narra en su libro titulado “Hijo, prométeme que te vas a disparar” una muestra de lo vivido en aquellas fechas en esta población, recuperando los testimonios de los escasos supervivientes que, tras la caída del Muro de Berlín, pudieron contar libremente lo acontecido en este triste episodio ya que, durante la dominación soviética, fue un tema tabú totalmente desaconsejado. De una población de alrededor de 15.000 habitantes, se estima que más de 2.000 se suicidaron en esos días. Actualmente, un monumento ubicado sobre las fosas comunes rinde homenaje a lo sucedido en 1945.

- El caso de la familia Goebbles. Paul Joseph Goebbels, político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, fue uno de los colaboradores más cercanos a Hitler. Tras el suicidio del führer el 30 de abril de 1945 y ante la negativa de los militares rusos a aceptar una tregua, Paul y Magda Goebbels, decidieron poner fin a sus días y a los de sus seis hijos. Para ello, solicitaron a un dentista de las SS (Helmunt Kunz) que inyectase una dosis de morfina a cada uno de los niños para que quedasen inconscientes y poder así suministrarles una ampolla de cianuro (escena reproducida con gran realismo en el film “El Hundimiento”, dirigida por Oliver Hirshbiegel en 2004).

Tras confirmar el fallecimiento de los seis menores, marido y esposa abandonaron el búnker de Hitler y se suicidaron en el jardín de la Cancillería (varios tiros acabaron con sus vidas), tras lo cual, soldados alemanes, siguiendo indicaciones previas de Goebbles, prendieron fuego a los cuerpos con la intención de incinerar los restos, cosa que no llegaron a conseguir en su totalidad.  

No puedo terminar esta narración sin indicar la dureza de los hechos acaecidos aquí narrados que nos hacen replantearnos hasta dónde llega el adoctrinamiento o el convencimiento del ser humano respecto a unas creencias o idearios, cómo el aspecto psicológico se brinda a la manipulación interesada para conseguir cerrar todas las opciones posibles y dejar únicamente la que le pueda interesar al manipulador.

El 19 de abril del 2015, salió publicado un artículo en el diario El País titulado “Cuando las madres tiraban al río a sus hijos”, el cual guardé en mi archivo y ha sido el inspirador de estas líneas que termino de escribir, del que siempre recordaré una frase relatada por una de las supervivientes de Demmin  (de seis años en aquel momento) que pronunció su hermano dirigiéndose a su desesperada madre y que seguramente salvó a los dos niños de terminar ahogados en el dantesco río Peene que estaban observando horrorizados, con sus aguas teñidas de rojo por la sangre de los incontables cuerpos que flotaban en la superficie: “Mamá, nosotros no, ¿verdad?”. Espeluznante.

 
                                    - juancarl 20/18 -



 

 

viernes, 22 de junio de 2018


La Guardia Suiza: el ejército profesional más pequeño y antiguo del mundo te va a sorprender.

 Ciudad del Vaticano, época actual. Seguro que todos los lectores identificáis claramente cada vez que sale en las noticias algo referente al Papa o al Vaticano a los vistosos soldados de la guardia personal del pontífice, los cuales le dan un toque de marcialidad y principalmente de color a los distintos ambientes monumentales en los que predominan los tonos suaves de la sillería y del mármol. También creo que todos coincidiremos en que resulta totalmente anacrónico para estos tiempos verlos con sus espadas al cinto y sus largas alabardas. Pero nada es lo que parece y al finalizar vuestra lectura entenderéis el sentido de estas palabras.

La Guardia Suiza, actual cuerpo de seguridad del Papa y de la Santa Sede, tiene sus orígenes en 1506, época de inestabilidad caracterizadas por guerras y luchas de poder de las que no se libraban ni los propios pontífices. Buscando  garantizar su seguridad y la de los Estados Vaticanos, el Papa Julio II firmó un acuerdo con la Confederación Suiza para poder contar con los mejores mercenarios a sueldo del momento, los suizos, que fueron los primeros integrantes (en un número de 150) del cuerpo militar que se fundó el 22 de junio y que recibió la denominación de “Guardia Suiza Pontificia”.

 Desde su creación hasta la actualidad, han desempeñado la misión que les fue encomendada, pudiendo destacar como su intervención más relevante la protección brindada al Papa Clemente VII en 1527 cuando, durante el saqueo de Roma por las tropas de Carlos V de Alemania, demostraron su valor y fidelidad al Papa hasta el punto de defenderlo con su propia vida, enfrentándose los 189 guardias suizos a los atacantes (más de 20.000), consiguiendo ganar el tiempo necesario para poder evacuar al pontífice del Vaticano hasta el castillo de Sant’Angelo a través del “Passetto” (corredor subterráneo que comunicaba las dos construcciones). De dicha gesta, únicamente sobrevivieron un cuarto de los efectivos suizos, siendo sustituidos finalmente tras la rendición de Clemente VII por cuatro compañías de alemanes y españoles.

La Guardia Suiza, encargada de garantizar la seguridad de la persona física del Papa, la seguridad de los edificios del Vaticano y de la villa pontificia de Castel Gandolfo, no fue el único cuerpo militar con que contó el Vaticano, existiendo la denominada Guardia Palatina de Honor (vigilancia del Vaticano), la Guardia Noble del Cuerpo de Su Santidad y la Gendarmería Pontificia (Carabinieri Pontifici).

En la actualidad, poco más de cien soldados conforman la Guardia Suiza. Su comandante, con el rango de coronel, es la máxima autoridad del cuerpo. También cuenta con un vicecomandante, un capellán, un teniente coronel, un oficial con grado de comandante, dos oficiales con rango de capitán, 23 mandos intermedios suboficiales, 70 alabarderos y dos tamborileros.

Para ser miembro de la Guardia Suiza hay que cumplir con una serie de requisitos específicos: ser hombre (aunque actualmente se están planteando permitir el acceso a ambos sexos), tener la ciudadanía suiza, tener una edad entre los 19 y 30 años, haber concluido la instrucción básica de las Fuerzas Armadas Suizas, haber obtenido certificados que demuestren una “reputación irreprensible (de párrocos, alcaldes,…), nunca haber estado casado, tener un título de formación profesional o grado de secundaria, medir al menos 1,74cm y ser católico. Como aclaración, indicar que los guardias pueden tener novia, pero no casarse. Únicamente pueden hacerlo aquellos que ostentan grados superiores como capitán o comandante, mayores de 25 años y como mínimo con tres de servicio. Una vez seleccionados tras superar el curso en la escuela de reclutas del cuerpo en Suiza, juramentan ante el Sumo Pontífice los 30 nuevos guardias suizos cada 6 de mayo, comprometiéndose a un servicio mínimo de 25 meses.

Lo integrantes de la Guardia Suiza realizan un alto entrenamiento profesional y táctico, recibiendo lecciones de autodefensa, de instrucción básica en tácticas defensivas de guardaespaldas, así como del uso y manejo de armamento actual (aunque también en el uso de la alabarda y el estoque, al no ser únicamente decorativas). Destaca el uso de las armas más modernas de infantería, como pistolas, ametralladoras, subfusiles y fusiles de asalto, además de explosivos. Actualmente cada guardia suizo trae oculto en su uniforme un pulverizador de gas lacrimógeno y a partir del grado de sargento, una pistola y dos modernas granadas.

Respecto a su uniforme multicolor (amarillo, rojo y azul), hay que señalar que, aunque se extendió la leyenda que asignaba al propio Miguel Ángel su diseño, las evidencias nos indican que no fue así. El diseño actual (de claro estilo renacentista) es obra de Jules Répond, quien fue comandante de la Guardia Suiza a principios del siglo XX. Dichos uniformes se hacen a medida de cada uno de los integrantes, pasando a ser de su propiedad tras el quinto año de servicio. También se les fabrica una armadura de acero a medida para su uso en ocasiones especiales (para su juramentación el 6 de mayo, para Navidad y para la Pascua). Dicha armadura está compuesta por siete partes y pesa alrededor de 15 kilos. El uso de este característico uniforme queda relegado a sus funciones públicas en el Vaticano, utilizando otro azul para sus jornadas de formación y servicios interiores.

Principalmente realizan tareas de vigilancia durante las 24 horas en uno de los 27 puestos establecidos en las puertas, logias y salas vaticanas. Al principio están acompañados de un mando y sólo llegan a escoltar al Papa tras ocho años de servicio.

Respecto a su remuneración económica, podríamos considerarla poco destacable (poco más de mil euros), estando considerado como un servicio vocacional al Papa más que una forma de ganarse la vida (durante las ceremonias vaticanas, cada vez que el Santo Padre pasa frente a ellos, los soldados de la Guardia Suiza le saludan de rodillas, en señal del profundo respeto y máximo honor). Hay que señalar que en contraprestación están libres de pagar impuestos, IVA, franqueo de correo postal, etc. Habitan en su cuartel, formado por tres barracones ubicados a la derecha de la plaza de San Pedro entrando por la puerta de Santa Ana y disfrutan de una alimentación de calidad preparada por monjas.

En el poco tiempo libre del que disponen los soldados, pueden apuntarse al equipo de fútbol F.C. Guardia fundado en 1975 y que juega partidos amistosos con la escuadra de fútbol suiza y otros equipos (sobretodo militares) de Italia y de Europa, además del torneo vaticano. Disponen de una sala de juegos y un gimnasio, pudiendo hacer uso de una piscina ubicada en un convento cercano. Se les permite salir a dar una vuelta por Roma, pero sin trasnochar.

A modo de conclusión, quiero destacar que la católica es la única religión actual que dispone de un cuerpo armado propio, cuyo coste anual aproximado ronda los seis millones de euros, gasto en ocasiones criticado por algunos sin tener en cuenta que, si no realizasen ellos esas funciones de seguridad, deberían realizarlas personal de seguridad privada, a un coste igual o mayor. Además, todo aquel que ha visitado las dependencias vaticanas y ha observado las miles y miles de personas que diariamente las visitan, comportando los correspondientes ingresos económicos en las arcas papales, entenderá que este gasto se podría considerar superfluo dentro del voluminoso presupuesto anual que debe presentar la institución eclesiástica.

 
                                         - juancarl 20/18 -










 

viernes, 15 de junio de 2018


La inquietante historia de la Quinta de Regaleira, de lo documentado a lo presunto:

Sintra (Portugal), época actual. Esta población turística situada en las cercanías de la capital portuguesa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995, cuenta con un amplio patrimonio cultural producto en parte de haber albergado en otros tiempos la residencia veraniega de los monarcas lusos y por consiguiente de su corte real. Palacios, conventos, castillos y quintas abundan por sus estrechas y empinadas calles, para el deleite de pobladores y visitantes.

Muy próximo a su centro histórico encontramos la denominada “Quinta da Regaleira”, también conocida como el “Palacio do Monteiro dos Milhoes” (Palacio de Monteior de los Millones, por el apellido y el apodo de su primer propietario).

Los primeros vestigios históricos respecto a esta propiedad los encontramos en el año 1697, cuando un tal José Leite aparece como propietario de una vasta propiedad en los alrededores de la villa, que hoy integra la quinta. Desde aquel entonces la propiedad a cambiado en diversas ocasiones de manos hasta llegar a 1892, año en que los barones de Regaleira se la venden a Antonio Augusto Carvalho Monteiro por 25.000 reales, siendo éste quien emprende la construcción de las diversas edificaciones que podemos contemplar en la actualidad (finalizadas gran parte de ellas en 1910). Posteriormente, en 1942, la propiedad pasa a manos de Waldemar Jara d’Orey, quien realiza unas ínfimas obras de remodelación para acoger a su gran familia, sin desvirtuar en ningún momento su concepción original. Unos años después, pasaría a manos de una empresa japonesa que la dejó sin uso hasta que en 1997 el Ayuntamiento de Sintra la adquiere, procediendo a su restauración y adecuación para habilitarla como atractivo turístico visitable y centro para la realización de diversas actividades culturales.

Pero vamos a centrar esta exposición en el momento de su construcción. Carvalho Monteiro, adinerado vecino que había amasado una gran fortuna durante su estancia en Brasil, deseaba construir un espacio grandioso en el cual vivir rodeado de los símbolos que reflejaban sus intereses e ideologías. Para tal compleja misión encargó al arquitecto, pintor y escenógrafo italiano Luigi Manini, el diseño de este complejo que ocupa alrededor de unas cuatro hectáreas de extensión. La actuación conjunta del promotor y del arquitecto generó como resultado la obtención de una obra que podría llegar a ser considerada como maestra.

Este afamado arquitecto, con gran experiencia en edificaciones de cuidada factura y con la tranquilidad de disponer del presupuesto necesario para la materialización de sus diseños, dotó a la propiedad tras finalizar las obras de palacio, capilla, lagos, grutas, fuentes y diversos edificios enigmáticos, todo ello rodeado por extensos jardines de cuidada elaboración compuestos en parte por una extensa variedad de árboles y plantas traídos de Brasil, para quizás combatir la posible nostalgia del propietario.

La inspiración para la construcción del complejo fue claramente cristiana, tratándose de un cristianismo escatológico relacionado con el fin del mundo. Los estilos arquitectónicos utilizados fueron muy diversos, pudiendo encontrar románico, gótico, renacentista y de forma destacada el denominado manuelino portugués.

Carvalho Monteiro fue profesor universitario, intelectual amante de las obras clásicas y de las plantas medicinales, quien volcó todo su saber y conocimientos en la realización de este lugar, donde quiso unir lo real y lo imaginario a través de un mensaje críptico, esotérico o iniciático, relacionado con las antiguas sociedades secretas (masonería templaria, rosacruces, …). Pretendió crear un recorrido místico del conocimiento, una concepción religiosa del mundo de acuerdo a sus valores, legando para la posteridad un lugar único e irrepetible.

De entre las múltiples construcciones que se pueden visitar hay que destacar como más emblemáticas el “Pozo iniciático” (torre invertida de piedra de 27 metros de profundidad con una escalera en espiral sustentada por columnas esculpidas y dividida en nueve rellanos separados por quince peldaños, que evocan referencias a “La Divina Comedia” de Dante), la “Torre da Regaleira”, el “Lago de los Cisnes”, el “Banco 155”, la Capilla de la Santísima Trinidad, el “Rellano de los dioses”, el “Pozo imperfecto”, el “Bosque” y por supuesto el Palacio, edificio principal de la quinta donde podemos señalar entre sus muchos elementos destacables una completa biblioteca, un sorprendente laboratorio alquímico sito en una torre de planta octogonal (clara referencia al mundo masónico) y el “Salón de Caza” con su impoluta y descomunal chimenea blanca.

Sorprende al visitante, y hablo tras haberla visitado, la gran cantidad de símbolos y signos que lucen por toda la propiedad (cruces templarias, dioses grecorromanos, rosa de los vientos, simbología masónica, …) ubicados en su lugar exacto y siguiendo todos un estricto orden y sentido, no dejando nada a la casualidad o a la improvisación. Como buen escéptico que soy, no voy a entrar a valorar hipótesis sobre lo que allí pudo suceder o sobre la utilidad que presuntamente se le dio a ciertos elementos arquitectónicos de las propiedad, pero debo reconocer que es uno de los pocos sitios que me ha sorprendido por el ambiente que se respira, por el perfecto estado de conservación que presenta todo sin disponer (al menos cuando yo la visite) de personal de seguridad o medios electrónicos disuasorios, de los contrastes que encuentras tanto de luz (grutas subterráneas, torre invertida, torre mirador,…) como olfativos o sonoros, en definitiva, por sentirte podríamos decir transeúnte en otra dimensión, en otro mundo totalmente alejando del ajetreo y mundanal ruido que a pocos metros se genera todos los días. El clima mediterráneo con influencia oceánica que presenta Sintra ayuda a crear esa atmósfera especial en la que, en muchos momentos, la niebla y la espesa vegetación te puede hacer olvidar dónde te encuentras exactamente.

Respecto a las innumerables leyendas del lugar, destacar las que hablan de ritos iniciáticos masónicos que se celebraban supuestamente en la profundidad del denominado “Pozo iniciático”, los posibles sacrificios humanos realizados en la mesa de mármol blanco situada frente a la estatua de Vulcano ubicada en el denominado “Paseo de los Dioses” y así un largo etcétera. Todavía actualmente hay quien afirma que, en la oscuridad de la noche, cuando Sintra se queda en silencio una vez se han ido todos los turistas, se escuchan cánticos ceremoniales y se vislumbran tenues luces en distintas construcciones de la quinta.

Termino mi exposición recomendando encarecidamente la visita a la “Quinta da Regaleira”, recomendándoos que reservéis el mayor número de horas que podáis (os aseguro que no os aburriréis). Dentro de todos los atractivos turísticos que nos brinda esta turística población, en mi modesta opinión, será la visita más gratificante e intrigante que vais a poder realizar. Aunque ya la visité hace escasos años, espero que más pronto que tarde pueda volver a deleitarme en sus extensos jardines, en sus oscuras grutas y en sus mil rincones que seguro me seguirán sorprendiendo. Como curiosidad comentaros que de todos los miles de visitantes que tiene la quinta al año, la procedencia de la mayoría de ellos es España. ¡Ahí lo dejo!

 
                                      -juancarl 20/18-