S’ACCABADORA, la dama sarda de la buena
muerte
En la
italiana isla de Cerdeña, más concretamente en su parte centro-norte, existió
una misteriosa figura con una misión muy concreta: terminar con la agonía de
los moribundos en su larga espera.
Actuaron en una época de aislamiento
y escasos recursos, principalmente de las clases más necesitadas, a las cuales
les era imposible sufragar los gastos de desplazar a un médico desde su
residencia habitual en la ciudad hasta el poblado o la aldea donde yacía el moribundo
(situada muchas veces a varias jornadas a caballo), con la finalidad de
suministrarle medicación para evitarle el ineludible sufrimiento largo y atroz.
Es necesario significar que la
cultura sarda siempre ha tenido una relación natural con la muerte,
considerándola como el fin del ciclo natural de la vida, restándole ese miedo y
dramatismo con que la vivimos en otras culturas como la nuestra.
Entendían que al igual que había
una partera que ayudara a nacer, podía existir una “s’accabadora” que ayudara a
morir (rumoreándose en muchas ocasiones que podía tratarse de la misma persona
incluso, variando el color de sus ropajes según su misión en ese momento: negro
si “llevaba la muerte” o blanco o claro si tenía que “dar a luz una vida”).
No se conoce desde cuando pudo
existir esta funesta figura por falta de registros escritos, pero quedó probada
su veracidad al contar con diversos testimonios reales e incluso imputaciones
judiciales por haber ejercido este “oficio”. No consta condena judicial alguna
a ninguna de las “s’accabadoras”. En Luras, en Gallura, “s’accabadora” mató a
un hombre de 70 años, siendo cerrado el caso por un acuerdo de los Carabinieri,
el Procurador del Reino de Tempio Pausania y la Iglesia, al coincidir en que
había sido un gesto humanitario, un acto piadoso. Quedó probado que todos
sabían y todos guardaban silencio, asumiendo la necesidad de su labor en
aquellos tiempos y por aquellos lares.
Eran los propios familiares de
los enfermos terminales quienes contactaban con la mujer en cuestión, la cual
llegaba a la casa del moribundo siempre de noche. Tras pedir a los familiares
que abandonaran la propiedad, accedía a la habitación donde se encontraba el
moribundo y era allí donde se vestía con las prendas negras que le cubrían
hasta parte del rostro. En ese momento el enfermo entendía que su sufrimiento
iba a terminar en breve.
Una vez ataviada con su
característica indumentaria, se acercaba a la cama con el “mazzolu” en mano
(especie de bastón formado por una rama de olivo de 40 cm de largo y 20 cm de
ancho, con un mango que le permitía un agarre seguro y preciso). Un único golpe
martilleante en la frente con el “mazzolu” solía terminar con la vida del
enfermo.
Sigilosamente, una vez cumplida su labor,
s’accabadora abandonaba la casa aprovechando la oscuridad de la noche. La
familia del recién fallecido solía expresarle su profunda gratitud por el
servicio prestado ofreciéndole productos de la tierra (sus más preciadas
pertenencias dada su pobreza).
El último caso constatado lo
encontramos en el pueblo de Orgosolo, en la provincia de Nuoro, en 1952.
En el 2015 la historia/leyenda de
“s’accabadora” fue llevada a la gran pantalla por Enrico Pau, siendo premiada
ese mismo año en el Festival de Montreal.
Claramente se trataba de un tipo
de eutanasia arcaica, ideada y aplicada por ya para las clases más humildes
residentes en la inhóspita Cerdeña, una gran isla escasa durante muchos siglos
de los recursos y avances que sí estaban presentes en la península itálica.
A nivel personal, tuve la
oportunidad de recorrer la isla hace unos años, sorprendiéndome su larga
extensión y la ausencia de ciudades o núcleos poblacionales en toda su zona
interior (en pleno siglo XXI), lo que seguro ha marcado la personalidad de los
habitantes de estas solitarias zonas, siendo por tanto comprensible que
tuviesen que recurrir a métodos poco convencionales para solucionar sus
problemas del día a día.

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