La inquietante historia de la Quinta de
Regaleira, de lo documentado a lo presunto:
Sintra
(Portugal), época actual. Esta población turística situada en las cercanías de
la capital portuguesa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995,
cuenta con un amplio patrimonio cultural producto en parte de haber albergado
en otros tiempos la residencia veraniega de los monarcas lusos y por
consiguiente de su corte real. Palacios, conventos, castillos y quintas abundan
por sus estrechas y empinadas calles, para el deleite de pobladores y
visitantes.
Muy
próximo a su centro histórico encontramos la denominada “Quinta da Regaleira”,
también conocida como el “Palacio do Monteiro dos Milhoes” (Palacio de Monteior
de los Millones, por el apellido y el apodo de su primer propietario).
Los
primeros vestigios históricos respecto a esta propiedad los encontramos en el
año 1697, cuando un tal José Leite aparece como propietario de una vasta
propiedad en los alrededores de la villa, que hoy integra la quinta. Desde
aquel entonces la propiedad a cambiado en diversas ocasiones de manos hasta
llegar a 1892, año en que los barones de Regaleira se la venden a Antonio
Augusto Carvalho Monteiro por 25.000 reales, siendo éste quien emprende la
construcción de las diversas edificaciones que podemos contemplar en la
actualidad (finalizadas gran parte de ellas en 1910). Posteriormente, en 1942,
la propiedad pasa a manos de Waldemar Jara d’Orey, quien realiza unas ínfimas
obras de remodelación para acoger a su gran familia, sin desvirtuar en ningún
momento su concepción original. Unos años después, pasaría a manos de una
empresa japonesa que la dejó sin uso hasta que en 1997 el Ayuntamiento de
Sintra la adquiere, procediendo a su restauración y adecuación para habilitarla
como atractivo turístico visitable y centro para la realización de diversas
actividades culturales.
Pero
vamos a centrar esta exposición en el momento de su construcción. Carvalho
Monteiro, adinerado vecino que había amasado una gran fortuna durante su
estancia en Brasil, deseaba construir un espacio grandioso en el cual vivir
rodeado de los símbolos que reflejaban sus intereses e ideologías. Para tal
compleja misión encargó al arquitecto, pintor y escenógrafo italiano Luigi
Manini, el diseño de este complejo que ocupa alrededor de unas cuatro hectáreas
de extensión. La actuación conjunta del promotor y del arquitecto generó como
resultado la obtención de una obra que podría llegar a ser considerada como
maestra.
Este
afamado arquitecto, con gran experiencia en edificaciones de cuidada factura y
con la tranquilidad de disponer del presupuesto necesario para la materialización
de sus diseños, dotó a la propiedad tras finalizar las obras de palacio, capilla,
lagos, grutas, fuentes y diversos edificios enigmáticos, todo ello rodeado por
extensos jardines de cuidada elaboración compuestos en parte por una extensa
variedad de árboles y plantas traídos de Brasil, para quizás combatir la
posible nostalgia del propietario.
La
inspiración para la construcción del complejo fue claramente cristiana,
tratándose de un cristianismo escatológico relacionado con el fin del mundo. Los
estilos arquitectónicos utilizados fueron muy diversos, pudiendo encontrar
románico, gótico, renacentista y de forma destacada el denominado manuelino
portugués.
Carvalho
Monteiro fue profesor universitario, intelectual amante de las obras clásicas y
de las plantas medicinales, quien volcó todo su saber y conocimientos en la
realización de este lugar, donde quiso unir lo real y lo imaginario a través de
un mensaje críptico, esotérico o iniciático, relacionado con las antiguas
sociedades secretas (masonería templaria, rosacruces, …). Pretendió crear un
recorrido místico del conocimiento, una concepción religiosa del mundo de
acuerdo a sus valores, legando para la posteridad un lugar único e irrepetible.
De
entre las múltiples construcciones que se pueden visitar hay que destacar como
más emblemáticas el “Pozo iniciático” (torre invertida de piedra de 27 metros
de profundidad con una escalera en espiral sustentada por columnas esculpidas y
dividida en nueve rellanos separados por quince peldaños, que evocan
referencias a “La Divina Comedia” de Dante), la “Torre da Regaleira”, el “Lago
de los Cisnes”, el “Banco 155”, la Capilla de la Santísima Trinidad, el
“Rellano de los dioses”, el “Pozo imperfecto”, el “Bosque” y por supuesto el
Palacio, edificio principal de la quinta donde podemos señalar entre sus muchos
elementos destacables una completa biblioteca, un sorprendente laboratorio
alquímico sito en una torre de planta octogonal (clara referencia al mundo
masónico) y el “Salón de Caza” con su impoluta y descomunal chimenea blanca.
Sorprende
al visitante, y hablo tras haberla visitado, la gran cantidad de símbolos y
signos que lucen por toda la propiedad (cruces templarias, dioses
grecorromanos, rosa de los vientos, simbología masónica, …) ubicados en su
lugar exacto y siguiendo todos un estricto orden y sentido, no dejando nada a
la casualidad o a la improvisación. Como buen escéptico que soy, no voy a
entrar a valorar hipótesis sobre lo que allí pudo suceder o sobre la utilidad
que presuntamente se le dio a ciertos elementos arquitectónicos de las
propiedad, pero debo reconocer que es uno de los pocos sitios que me ha
sorprendido por el ambiente que se respira, por el perfecto estado de
conservación que presenta todo sin disponer (al menos cuando yo la visite) de
personal de seguridad o medios electrónicos disuasorios, de los contrastes que
encuentras tanto de luz (grutas subterráneas, torre invertida, torre mirador,…)
como olfativos o sonoros, en definitiva, por sentirte podríamos decir
transeúnte en otra dimensión, en otro mundo totalmente alejando del ajetreo y mundanal
ruido que a pocos metros se genera todos los días. El clima mediterráneo con
influencia oceánica que presenta Sintra ayuda a crear esa atmósfera especial en
la que, en muchos momentos, la niebla y la espesa vegetación te puede hacer
olvidar dónde te encuentras exactamente.
Respecto
a las innumerables leyendas del lugar, destacar las que hablan de ritos
iniciáticos masónicos que se celebraban supuestamente en la profundidad del
denominado “Pozo iniciático”, los posibles sacrificios humanos realizados en la
mesa de mármol blanco situada frente a la estatua de Vulcano ubicada en el
denominado “Paseo de los Dioses” y así un largo etcétera. Todavía actualmente
hay quien afirma que, en la oscuridad de la noche, cuando Sintra se queda en
silencio una vez se han ido todos los turistas, se escuchan cánticos
ceremoniales y se vislumbran tenues luces en distintas construcciones de la
quinta.
Termino
mi exposición recomendando encarecidamente la visita a la “Quinta da Regaleira”,
recomendándoos que reservéis el mayor número de horas que podáis (os aseguro
que no os aburriréis). Dentro de todos los atractivos turísticos que nos brinda
esta turística población, en mi modesta opinión, será la visita más
gratificante e intrigante que vais a poder realizar. Aunque ya la visité hace escasos
años, espero que más pronto que tarde pueda volver a deleitarme en sus extensos
jardines, en sus oscuras grutas y en sus mil rincones que seguro me seguirán
sorprendiendo. Como curiosidad comentaros que de todos los miles de visitantes
que tiene la quinta al año, la procedencia de la mayoría de ellos es España.
¡Ahí lo dejo!
-juancarl 20/18-
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