La última carga de la caballería
mongola, ¿el mayor error estratégico de las II GM?:
Musino (URSS), 17 de noviembre de
1941. El ejército alemán avanza imparable hace Moscú. Los soviéticos liderados
por Stalin, son conscientes de la transcendencia en el devenir del conflicto
que tendría la caída de la capital, por lo que vuelcan todos sus medios, tanto
materiales como humanos, en su defensa. Entre las tropas desplazadas se
encuentran las divisiones mongolas y siberianas provenientes del extremo
oriente de la nación soviética, afamadas por el vigor y el espíritu combativo
de sus componentes.
Sobre el paisaje nevado los
soldados del III Reich ocupan posiciones elevadas donde han colocado
estratégicamente su artillería. Alrededor de las diez de la mañana de este frío
día, los vigías nazis detectan movimiento de las tropas rusas parapetadas en la
espesa masa boscosa situada a unos tres kilómetros de sus posiciones. Tres
tanques rusos (T-34S) se aproximan por el terreno helado en solitario (sin
infantería). Pronto son recibidos los
disparos procedentes de los cañones antitanques ubicados próximos al pueblo.
Pocos instantes después, los
alemanes contemplan con asombro como se incorporan al ataque ruso diversos
escuadrones de caballería pertenecientes a la 44ª División de Caballería
Mongola, conformando dos gigantescas líneas de avance. Los sables de los
oficiales silban en el aire mientras los destellos del sol reflejado en el
acero imprimen un toque surrealista a la acción. En su carga al galope baten la
nieve y el suelo con los cascos de sus caballos los cuales galopan en formación
cerrada.
Tan pronto alcanzan la ubicación
necesaria para quedar al alcance de la artillería alemana, cae sobre ellos una
lluvia de proyectiles disparados con la 3ª Batería del 107º Regimiento de
Artillería de la 106ª División de Infantería alemana. Estos proyectiles, de
alto poder explosivo, que impactan entre los escuadrones siembran la desolación
entre los atacantes: las esquirlas hacen pedazos tanto a caballos como a sus
jinetes.
Sorprendentemente, aniquiladas
las fuerzas mongolas del primer ataque, se inicia una segunda oleada procedente
también de los bosques con soldados que, habiendo visto el triste final de sus
compañeros, no dudan en cumplir las órdenes recibidas cabalgando desesperados
hacía su perdición. Los alemanes aplastan este segundo ataque todavía de forma
más rápida que el primero. Tan sólo un pequeño grupo de treinta jinetes
montando pequeños y rápidos caballos cosacos logran superar la denominada
muralla de la muerte, siendo pronto abatidos por los disparos de la
ametralladora de cobertura.
En un suspiro, la ofensiva rusa
ha sido neutralizada por parte alemana con un balance de bajas muy desigual:
dos mil soldados mongoles (con sus respectivos caballos) permanecen sobre la
fría nieve teñida de sangre, la mayor parte fallecidos. Por parte alemana, ni un
hombre ha resultado herido (aunque en la obra pictórica que adjunto aparece un
alemán tendido en el campo de batalla, siendo invención del aparato
propagandístico ruso para lavar la imagen de tan desafortunada acción).
Cuando la infantería alemana
contraatacó avanzando hacia la zona boscosa, lo hizo sin disparar ni un solo
tiro, contemplando horrorizados la dantesca escena tras la masacre y prestando
ayuda a los pocos heridos que se encontraron.
Esta fue la última vez que un
batallón de caballería participó en una batalla. Dos mil vidas perdidas fueron
necesarias para entender que combatir a caballo con el sable en la mano ya no
era efectivo en el siglo XX, que las reglas de la guerra habían cambiado de
forma drástica tras la I GM (principalmente por la aplicación de los avances
tecnológicos) y que la expresión tristemente famosa de “ser carne de cañón” no
reportaría jamás ningún tipo de recompensa bélica.
- juancarl
20/18-
No hay comentarios:
Publicar un comentario