viernes, 4 de mayo de 2018


El paracaidista perpetuo suspendido en la fachada de una iglesia normanda nos relata su historia:
 
Sainte-Mère-Église (Francia ocupada), junio de 1944. Esta pequeña villa del noroeste francés, a camino entre Carentan y Motebourg y ocupada por las tropas del III Reich desde 1940, se convirtió en un enclave estratégico que propició la victoria aliada en la II Guerra Mundial.

Su próxima ubicación (7 km) a la playa elegida para el desembarco el día D y el confluir en ellas distintas vías de comunicación claves para cortar los refuerzos a las tropas alemanas, hizo que los estrategas aliados considerasen indispensable el poder controlarla en las horas previas a la invasión para asegurar el éxito de la misma. Desde semanas atrás, sus habitantes observaron una gran actividad de las tropas alemanas que tomaron medidas defensivas en previsión de la posible invasión: se instalaron piezas de artillería en enclaves estratégicos (principalmente en todas las salidas de la localidad) que extrañamente fueron retiradas poco después, se excavaron los campos agrícolas con el fin de instalar grandes postes que imposibilitasen el aterrizaje de planeadores, … 

Al mismo tiempo, en el sur de Gran Bretaña, estaban ultimando su preparación paracaidistas británicos, norteamericanos y canadienses, destinados a llevar a cabo una peligrosa misión. Mapas, fotografías aéreas y maquetas de los diferentes objetivos habían sido cuidadosamente estudiados y memorizados por la totalidad de efectivos dispuestos (unos 17.000 hombres) que volarían hacia su objetivo a bordo de 822 aviones de transporte desde los aeródromos de la RAF.

La noche del día 5 de junio de 1944 era muy oscura en Sainte-Mère Eglise al igual que en todas las ciudades y pueblos de Normandía, las cuales sufrían un severo toque de queda impuesto por los alemanes y una ausencia de alumbrado público para dificultar su localización desde el cielo por los aviones aliados. Poco después de la media noche, las tropas aliadas lanzaron un ataque aéreo con la intención de destruir o inutilizar el mayor número de defensas alemanas y facilitar el despliegue de los paracaidistas. Cuando se aproximaron a su objetivo, los aviones de transporte aliados descendieron hasta una altitud de 800 metros abriendo sus puertas y dando luz verde al inicio de una “intensa lluvia” de paracaidistas.

Con esta acción ofensiva se había iniciado la fase aerotransportada (Operación Neptuno) de la operación “Overlord” destinada a la invasión aliada del continente europeo, la cual se tuvo que retrasar un día a causa de una fuerte tormenta sobre Inglaterra, el Canal de la Mancha y Normandía.

A consecuencia del bombardeo previo, los habitantes de Sainte-Mère-Église fueron movilizados mediante el retoque de campanas de su iglesia (tras el debido permiso de los alemanes para saltarse el férreo toque de queda) para ayudar a los escasos bomberos a sofocar el incendio de una de las casas de la villa, la cual había sufrido el impacto de una bomba incendiaria errante. Sobre un centenar de vecinos, muchos de ellos aún en pijama, improvisaron rápidamente una cadena humana desde la fuente situada en la plaza al lugar del incendio para transportar el agua necesaria para su extinción, vigilados atentamente por unos treinta soldados alemanes que temían sufrir actos de sabotaje.

Pronto empezaron a contemplar estupefactos, vigilantes y vigilados, como se llenaba el cielo de figuras humanas que flotaban por debajo de paracaídas de color verdoso. Se trataba de los integrantes de la compañía F del 505 regimiento de la 82º División Aerotransportada norteamericana, los cuales, deberían haber aterrizado en los campos ubicados alrededor de la población, pero una parte de ellos, pertenecientes al primer y segundo batallón, lo hicieron por error sobre el centro urbano iluminado circunstancialmente en esos instantes por el resplandor del incendio de la casa siniestrada, lo que les convirtió en blanco fácil para las armas automáticas de los soldados alemanes.

El destino quiso que algunos paracaidistas cayesen sobre los ríos o campos inundados previamente por los alemanes, ahogándose arrastrados por el peso de su equipo. Uno de ellos, tratando de alejarse del combate iniciado en plena plaza, no acertó la maniobra y aterrizó directamente sobre la casa en llamas, falleciendo al instante y provocando una serie de estallidos fruto de entrar en contacto con el fuego la munición, granadas y explosivos que llevaba. Otros, quedaron colgados de los árboles sobre los que habían caído, debiendo liberarse por sí mismos, siendo muchos de ellos acribillados por los defensores. En esta situación se encontró el protagonista de esta narración.

El soldado americano John M. Steele había recibido un disparo previo en el pie durante el descenso. Tras quedar colgado en una de las esquinas del campanario, se percató que le era imposible liberarse, siendo testigo del asesinato de la mayoría de sus compañeros y, consciente de su clara vulnerabilidad, decidió que la mejor manera de sobrevivir era hacerse el muerto. No se percató que en el interior del campanario se encontraba un soldado alemán, el cabo Rudolph Mair, quien, al verlo suspendido, inicialmente pensó que había fallecido, pero tras un par de horas, se percató que se movía y lo corroboró al escucharlo silbar levemente a sus compañeros que habían conseguido tomar suelo. Rápidamente le apuntó con su arma y tras recibir refuerzos cortaron las cuerdas del paracaídas enganchado y consiguieron descender al soldado americano hasta el suelo, donde fue hecho prisionero.

Una serie de combates aislados tuvieron lugar por distintas ubicaciones de la pequeña villa entre los paracaidistas que habían conseguido aterrizar y los soldados alemanes. Tan pronto se reagruparon las fuerzas americanas en las afueras del pueblo, fueron al auxilio de sus compañeros asediados consiguiendo hacerse con el control de forma rápida. A las cuatro de la madrugada ya ondeaba reluciente la bandera americana en el ayuntamiento, convirtiéndose Sainte-Mère-Église en la primera población liberada del continente.

Nuestro protagonista, tras ser apresado por los defensores germanos, consiguió huir e incorporarse a su división participando en la toma de la villa, resultando once alemanes muertos y treinta capturados. Dos contraataques alemanes destinados a reconquistar el pueblo tuvieron que rechazar los americanos durante la siguiente jornada, resistiendo hasta la llegada de refuerzos provenientes de las tropas desembarcadas en Utah Beach.

Aunque herido, el soldado Steele sobrevivió a la terrible experiencia, siendo condecorado con la Estrella de Bronce por su valor y con el Corazón Púrpura por haber sido herido en combate. Continuó visitando la localidad a lo largo de su vida, convirtiéndose en ciudadano de honor. La taberna Auberge John Steele, que se encuentra adyacente a la plaza, mantiene su memoria a través de fotos, cartas y artículos que cuelgan de sus muros. Steele falleció de cáncer de laringe el 16 de mayo de 1969, a tres semanas del 25º aniversario de la invasión del Día D.

La población, agradecida por su liberación, conmemora anualmente la hazaña cada 6 de junio. En el campanario de su iglesia gótica de base romana, se puede observar de forma permanente un paracaídas y una efigie del soldado Steele en su uniforme de paracaidista. Como curiosidad hay que señalar que dicho paracaídas no se ubica en el punto exacto donde quedó suspendido el americano, quizás por corresponder con la parte trasera del edificio. Siguen siendo visibles agujeros de bala tanto en el exterior como en el interior del templo, recuerdos de lo acontecido. Algunos vitrales de sus muros fueron sustituidos por otros con alusiones al desembarco en los que se puede ver, por ejemplo, a una Virgen rodeada de aviones y de paracaidistas (uno de ellos representa al soldado Steele). También se inauguró un museo dedicado a las Fuerzas Aerotransportadas. Delante del ayuntamiento se encuentra el Km 0 de la Ruta de la Libertad, que rememora los acontecimientos que tuvieron lugar en Sainte-Mère-Église y que marcaron el comienzo de la liberación.

Por último, informaros que estos hechos fueron llevados a la gran pantalla en la película “El día más largo” (1962) de Darryl F. Zanuck, en la cual el soldado Steele fue interpretado por Red Buttons.

                                                   -  juancarl 20/18 -







 

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