viernes, 11 de mayo de 2018


Armaduras, mutilados, mazas, ballestas, fallecidos, puñales y otros. Actores principales tanto de las Cruzadas como de la I Guerra Mundial:

Europa, principios siglo XX. Desde 1914 a 1918 la humanidad sufre en sus carnes la I Guerra Mundial, conocida posteriormente como “La Gran Guerra”, uno de los conflictos bélicos más mortíferos de nuestra historia (se calcula que murieron más de 9 millones de soldados y más de 7 millones de civiles, a lo que hay que añadir otros millones de mutilados y desaparecidos). Por primera vez que el ser humano trasladó todos sus avances tecnológicos al ámbito militar, obteniendo como resultado incrementar exponencialmente el número de bajas en la contienda hasta el punto de poder afirmar que se industrializó el hecho de masacrar personas.

Encontramos un serio contraste entre la utilización de esos nuevos avances tecnológicos en el ámbito militar: los “buques de tierra” (más conocidos como “tanques”), los lanzallamas modernos, la utilización de gases venenoso como el lacrimógeno y el mostaza, las balas trazadoras…,  con el empleo de armas y material de protección ideados muchos siglos atrás (ballestas, catapultas, escudos, puñales, armaduras, mazas…) las cuales, aunque deberían haber sido consideradas arcaicas y descartarse, lamentablemente fueron utilizadas por unos contendientes que no tuvieron en cuenta que, para la psicología del hombre del s. XX, resultaba traumático matar a un oponente con sus propias manos sin la defensa mental que supone esa distancia que se establece con el uso de las armas de fuego entre víctima y verdugo, lo que multiplicó todavía más su efectividad al crear verdadero pánico y terror su utilización entre sus adversarios.

 El uso de este tipo de armamento que podríamos considerar medieval tenía como finalidad principal derrotar al enemigo de forma rápida de un solo golpe, cosa difícil de conseguir con la utilización de las armas blancas llamémosle reglamentarias (bayonetas y cuchillos). Ahí entraban en juego armas más pesadas e intimidatorias cuyo tamaño debía hacerlas manejables en espacios reducidos como era el de las trincheras, decantándose por el uso de mazas de metal y madera, muchas veces fabricadas por los soldados en sus innumerables horas de aburrimiento en el interior de las trincheras.

Las bayonetas fueron un complemento letal al inicio de la contienda en el combate en campo abierto, pero con el paso del tiempo y debido a cambios en los ambientes bélicos, resultaron demasiado largas y pesadas para el combate cuerpo a cuerpo, todo un clásico en las incursiones sorpresa en los casi incontables kilómetros de trincheras escavadas por ambos bandos. En 1915 se diseñó el primer cuchillo de combate como tal (también denominado puñal o cuchillo de trinchera), más reducido y manejable. Pronto se extendió su presencia en todo equipamiento militar de tropa en los distintos ejércitos nacionales en litigio (aunque en algunos casos su adquisición se realizaba de forma privada por los propios soldados), destacando en el bando alemán el Nahkamfmesser, el Demag o el Soligen (adjunto fotografías de una pieza de mi colección particular), en el ejército británico el Bowie, en el americano el MARK I, …

Respecto al material de protección, cabe destacar el uso de armaduras (corazas de hierro) por parte principalmente de los soldados alemanes e ingleses (se calcula que los alemanes fabricaron durante la contienda medio millón de corazas).  Por su gran peso se descartaron para acciones ofensivas, siendo utilizadas principalmente para la protección de soldados expuestos a fuego ligero y metralla (francotiradores, oteadores, vigías, artilleros, …). Su débil nivel de blindaje protegía únicamente al soldado del impacto de proyectiles de armas ligeras o trozos de metralla, no siendo nada eficientes ante el uso de ametralladoras o fusiles potentes. La más llamativa quizá fue la denominada “armadura Brewster”, ideada por los norteamericanos y destinada a los francotiradores apostados a los cuales les brindaba protección tanto de la cabeza como de tronco, dejándole ambos brazos libres para poder manipular con precisión su arma.

Podemos completar esta relación de material bélico arcaico con piezas utilizadas por el ejército francés como ballestas de gran tamaño para disparar obuses y granadas, catapultas portátiles también utilizadas para el lanzamiento de granadas y pesados escudos metálicos utilizados para avanzar sobre las trincheras enemigas, los cuales casi únicamente permitían a sus portadores defenderse al ser muy difícil empuñar un arma de fuego a la vez.

La I GM mató y mutiló a soldados a una escala que el mundo nunca había visto. En conflictos anteriores, muchos de los soldados gravemente heridos sucumbían a la gangrena y las infecciones, pero los avances en cirugía aplicados durante esta contienda hicieron que salvasen la vida un alto porcentaje de heridos, la mayoría mutilados. Esto se convirtió en un serio problema para los gobiernos una vez finalizada la guerra, ya que hacían peligrar los sistemas establecidos de pensiones y de seguridad social de sus países, optando como solución la reincorporación de los soldados mutilados a la fuerza laboral, para lo cual fue necesario el disponer de prótesis que los facilitasen. Esto propició la consecución de grandes avances en la tecnología de las prótesis, vista la gran demanda.

Por último, no quiero dejar de señalar que, después de la traumática experiencia vivida durante el primer conflicto mundial en el que las principales potencias mundiales se vieron envueltas en mayor o menor medida, nadie puede llegar a entender cómo apenas veinte años después volviesen a ser las protagonistas de otra etapa oscura en la historia de la humanidad, la cual propició otra masacre todavía mayor en cuanto a vidas sacrificadas.

                                        - juancarl 20/18 -













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