Rusia, 30 de diciembre de 1916.
Grigori Yefímovich Rasputín (1869-1916), también conocido como “el monje loco”,
disfruta de sus últimas horas de vida. Ha sido invitado por el príncipe Félix
Yusúpov, quien se convertirá en unos de sus verdugos, a una supuesta fiesta en
su palacio de San Petersburgo durante la cual le presentará a su hermosa
esposa, la gran duquesa Irina Alexándrovna, invitación irrechazable para
alguien con su carisma personal y su gran atractivo para las mujeres, aunque en
realidad la duquesa ni siquiera se encuentra en el país aquel día.
Pasada la media noche, llega
Rasputín al palacio donde, Yusúpov, con el pretexto de esperar a que su esposa atienda
a otros invitados, le invita a acomodarse en una dependencia situada en el
sótano degustando unos dulces y un buen vino (aliñados ambos con un especial
ingrediente, cianuro). Rasputín, para desespero de su anfitrión, disfruta de
tal festín sin mostrar síntoma alguno de indisposición. Viendo la nula
efectividad de la medida prevista y ante el temor de que fuese cierto el mito
que corría por Moscú respecto a su inmortalidad, el propio príncipe Yusúpov,
desesperado, decidió dispararle con su pistola Browning a quemarropa por la
espalda directamente al corazón, mientras contemplaba un hermoso crucifijo de
plata. El cuerpo del supuesto monje, se desplomó sobre el frio suelo de la
estancia, momento en que aprovechó Yusúpov para solicitar que acudiesen sus
colaboradores en la conspiración: Demetrio Romanov (Gran Duque de Rusia y primo
del Zar) y Vladimir Purishkévich (político relevante, diputado en aquel momento
de la Duma).
Cuando quisieron confirmar la
ausencia de vida en el cuerpo yacente, por sorpresa, Rasputín agarró muy fuerte
del hombro y maldijo a Yusúpov, forcejeando con él hasta que pudo zafarse en un
momento dado, abandonando la estancia en busca de auxilio, siendo recibido a
tiros en el corredor por Purishkévich. Huyó por una pequeña puerta que daba a
un patio, pero terminó desplomándose nuevamente sobre la blanca nieve al
recibir un disparo en el hombro, siendo rematado con un certero tiro en la
cabeza.
Con la intención de eliminar toda
huella del delito cometido, sus ejecutores decidieron envolver el cuerpo y
tirarlo desde el puente Bolshoi Petrovsky a un agujero en el hielo del gélido
río Neva, próximo al palacio. Días después, cuando fue encontrado el cadáver y
realizada la autopsia, se determinó que la causa de la muerte sorprendentemente
fue ahogamiento, es decir, tras la ingesta del veneno y tras los impactos
recibidos siguió con vida hasta que el agua le venció.
Pero, ¿quién fue Rasputín y qué
propició este trágico final? Nació en una remota villa siberiana llamada
Pokrovskoe, en el seno de una familia de humildes campesinos. Fue el quinto de
nueve hijos, aunque únicamente sobrevivieron él y una hermana. Analfabeto hasta
edad avanzada, destacó por su gran poder de retención, que le permitió aprenderse
las Sagradas Escritura de memoria.
A los 18 años, ingresó en el Monasterio
de Verkhoturye con la intención de convertirse en monje, pero pronto la
abandonó, posiblemente para casarse. Contrajo matrimonio con Praskovia
Fiódorovna Dubrovina a los 19 años. Tuvieron tres hijos: Dmitry, Varya y Matryona.
Rasputín abandonó a su mujer y a sus
hijos para unirse a los khlyst, una escisión de la iglesia ortodoxa para la que
solo a través del pecado era posible llegar a Dios, convirtiéndose entonces en
un strannik, un vagabundo religioso que iba de pueblo en pueblo predicando sus
enseñanzas. Pronto comenzó a adquirir fama de sanador.
En 1903, a través de las
princesas de Montenegro, Militsa y Anastasia, llegan a oídos de la Zarina
Alejandra Fiódorovna Románova sus habilidades curativas y ante el desespero de
no poder controlar el grave problema de hemofilia (en aquellos momentos
enfermedad catalogada como incurable y potencialmente mortal) del Zarévich
Alekséi (heredero al trono ruso), que tanto atormentaba a la madre, decide
llamarlo a la corte de San Petersburgo para que lo vea. Gracias a su sabiduría,
a sus rezos, a sus hipnosis o a sus conocimientos básicos de salud (retiró al
príncipe su medicación basada en ácido acetil salicílico, principio activo de
la actual “aspirina”, famoso por su condición de anticoagulante, propiedad
desconocida en aquellos tiempos y nada aconsejable para la dolencia tratada) pronto
propiciaron una mejoría importante en la dolencia del Zarévich.
A partir de ese momento se ganó
la confianza de los monarcas, principalmente de la Zarina y fue ganando una
reputación y una posición preminente en la corte zarista, lo que le propició adquirir
una relevancia y calidad de vida significativa (como por ejemplo residir en el
propio palacio junto a la familia real), pero también ganarse un gran número de
detractores entre la nobleza que no veían con buenos ojos su conducta e
influencia sobre los dirigentes.
Rusia, durante la I Guerra
Mundial, tomó partido junto a Francia e Inglaterra (Triple Entente) contra
Alemania y el Imperio Austrohúngaro. Rasputín siempre estuvo en contra de dicha
participación en la contienda manifestando directamente al Zar o indirectamente
a través de la Zarina la conveniencia de retirarse del conflicto (hecho que
hubiese podido influir decisivamente en el resultado final al concentrar la
disputa en un único frente), siendo acusado por sus detractores de trabajar
para los alemanes. Al tomar el mando del ejército ruso el propio Zar, Nicolás
II, el gobierno del país quedó en manos de la Zarina y del propio “monje loco”,
hecho que precipitó la acción de sus enemigos y su trágico final anteriormente
descrito.
Recientes estudios afirman la
participación de los servicios secretos ingleses (uno de los países que se
hubiese visto más perjudicado ante una supuesta retirada de Rusia de la guerra)
en el complot y muerte de Rasputín, incluso atribuyendo a un espía inglés el
tiro de gracia en la frente que presentaba el cadáver.
Del gran repertorio de leyendas
no probadas sobre su poder adivinatorio, hipnótico, de sus conductas inmorales
y lujuriosas, de miembros extirpados y otras cuestiones morbosas, destacaré la
denominada maldición a los Romanov, según la cual en una carta dirigida al Zar
meses antes de su muerte, le advertía, siendo consciente que sus enemigos
podían estar tramando su eliminación y ya habiendo sufrido un atentado, que si su
asesinato se producía auspiciado por nobles, toda la familia imperial sería
asesinada por el pueblo ruso (tal como ocurrió 15 meses después).
Aquí expongo los datos existentes
sobre esta relevante figura que marcó o pudo marcar el devenir histórico ya no
de una dinastía, ni de un Imperio, sino de todo el planeta. Ahora, cada cual
que los interprete según estime.
-juancarl
20/18-


No hay comentarios:
Publicar un comentario