Laika,
de sintecho por las frías calles de Moscú a “estrella del universo”:
Moscú
(antigua U.R.S.S.),1957. En plena Guerra Fría y tras el éxito del lanzamiento
espacial del Sputnik-1, el líder soviético Nikita Kruschev instó a sus
ingenieros a repetir la hazaña conseguida pero esta vez llevando un tripulante
a bordo, el cual él quería que fuese un ser humano, pero consiguieron hacerle
cambiar de parecer ya que por las premuras por hacer coincidir el lanzamiento
con el 40 aniversario de la revolución bolchevique (menos de un mes para los
preparativos) y por las limitaciones técnicas del momento (el no poder hacer
regresar la cápsula a la Tierra) hubiese sido condenarlo a una muerte segura.
Mientras
se preparaban todos los detalles técnicos, el equipo decidió que el mejor
tripulante posible sería un perro de pequeño tamaño, dadas las limitaciones de
espacio existentes. Acordaron reclutar a los candidatos de las calles de Moscú,
ya que consideraban que el instinto de supervivencia desarrollado para
subsistir en esos inhóspitos ambientes jugaría a su favor para conseguir el
éxito de la misión.
Diez
perros vagabundos fueron recogidos inicialmente, siendo seleccionados
finalmente tres por ajustarse a las características ideales para este fin. Los
tres canes eran de raza indefinida y les fueron asignados los nombres de:
Albina, Mukha y Laika (ladradora en ruso), siendo esta última quien resultó
elegida para la misión debido a su temperamento más dócil. Muskha sirvió al
equipo para realizar las pruebas previas de los distintos equipos de control
médico que se utilizarían y Albina, quedó como la perra de reemplazo en caso de
necesitar sustituir por cualquier imprevisto a la titular.
Laika, perra
mestiza de unos dos años de edad, 6 Kg. de peso y corta estatura fue adiestrada
a marchas forzadas para habituarse a sus futuras condiciones tanto de
limitación de movimiento (fueron reduciéndole poco a poco el tamaño de las
jaulas en que la confinaban) como su alimentación (agua y nutrientes en forma
de gelatina suministrados desde el interior de su primitivo traje espacial). El
doctor Vladimir Yazdovsky, encargado de dirigir el programa de entrenamiento
espacial para perros, decidió llevar a Laika a su casa para que jugase con sus
hijos durante los días previos al lanzamiento, consciente del triste final que
le esperaba.
El equipo
de científicos e ingenieros que tenían asignados la misión era consciente que
se trataba de un viaje sin retorno, aunque siempre públicamente se manifestó lo
contrario. Los responsables del proyecto habían prometido el bienestar del
animal, facilitándole comida para siete días y espacio suficiente dentro de la
cabina acolchada y presurizada del Sputnik-2 para que pudiese estar tanto
acostada como de pie. Además, contaba con un sistema regenerador de aire que le
proveía oxígeno y un ventilador para regular la temperatura del habitáculo.
Laika estaría sujeta con un arnés especial para combatir los efectos de la
ingravidez, disponiendo de una bolsa que recogía sus excrementos y estando sus
señales vitales monitorizadas en todo momento desde el control en Tierra.
El
mediodía del 2 de noviembre Laika fue situada dentro de la cabina y una vez
pasada la medianoche se colocó al Sputnik-2 en la parte superior del vehículo
lanzador. En la madrugada del día 3 de noviembre (02:30 h UTC) se produjo el
lanzamiento con éxito. Una vez en órbita, desde la sala de control de la misión
escucharon a Laika ladrar y percibieron los latidos de su corazón. Un informe
telemétrico temprano indicaba que la perrita estaba agitada, pero comía.
La
agencia de noticias soviética TASS informó en un principio que Laika regresaría
a la Tierra tras estar una semana orbitando, descendiendo primero en su cápsula
espacial y luego en paracaídas. Esto propició que muchas personas estuvieran
pendientes de su regreso, produciéndose algunos altercados en distintos puntos
del planeta, como el ocurrido en la ciudad de Santiago de Chile, donde testigos
vieron descender a un perro en paracaídas, agolpándose una multitud pensado que
se trataba de Laika, pero finalmente se comprobó que se trataba de un macho y
que todo había sido un montaje de mal gusto.
Las
autoridades soviéticas anunciaron que murió al cabo de una semana por falta de
oxígeno apaciblemente, afirmando que registraron sus constantes vitales durante
todo ese período. Pero no fue hasta el 2002, una vez desaparecido el antiguo
bloque soviético cuando se conoció la verdad: Laika falleció tras las primeras
5-7 horas de misión después de orbitar únicamente cuatro veces alrededor del
planeta azul, como resultado de las altas temperaturas (un fallo técnico
impidió que la cabina se separase de la última etapa del cohete lo que propició
un incremento excesivo de temperatura) y el pánico (estrés) que la experiencia
le produjo, no siendo su final tan indoloro como se había asegurado.
El
Sputnik-2 (conteniendo el cuerpo de Laika) se desintegró al contacto con
nuestra atmósfera el 14 de abril de 1958 tras dar 2570 vueltas a la Tierra. Los
científicos habían previsto, siendo consciente de la imposibilidad de hacer
regresar a Laika viva, que con su última ración de alimento ingiriese un veneno
que le evitase una muerte lenta y angustiosa, aunque finalmente no fue
necesaria.
La
misión suministró a los científicos los primeros datos del comportamiento de un
organismo vivo en el medio espacial. Tras esta misión tripulada, los soviéticos
siguieron enviando otros perros al espacio en el transcurso de sus
investigaciones, eso sí, a partir de ese momento, todas las misiones fueron de
ida y vuelta, aunque no en todas se pudo salvar la vida de los canes (de los
doce utilizados, únicamente cinco regresaron con vida).
Laika
murió, pero su recuerdo pasó a ser inmortal. Una región de Marte, el planeta
rojo, fue bautizada con su nombre. En 1997, en la Ciudad de las Estrellas, se
inauguró una placa en homenaje a los cosmonautas caídos en la que también está
representada. En el Monumento a los Conquistadores del Espacio en Moscú, Laika
y Lenin son los únicos personajes que se pueden reconocer por su nombre. Y en
2008, se inauguró en Rusia, cerca del lugar donde se desarrolló el proyecto del
Sputnik-2, un monumento en honor a Laika.
In
memoriam de Laika (1955-1957) quien dio su vida por el progreso de los seres
humanos, los cuales, en su corta existencia, no le mostraron ni un atisbo de
humanidad.


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