miércoles, 28 de marzo de 2018


Laika, de sintecho por las frías calles de Moscú a “estrella del universo”:

Moscú (antigua U.R.S.S.),1957. En plena Guerra Fría y tras el éxito del lanzamiento espacial del Sputnik-1, el líder soviético Nikita Kruschev instó a sus ingenieros a repetir la hazaña conseguida pero esta vez llevando un tripulante a bordo, el cual él quería que fuese un ser humano, pero consiguieron hacerle cambiar de parecer ya que por las premuras por hacer coincidir el lanzamiento con el 40 aniversario de la revolución bolchevique (menos de un mes para los preparativos) y por las limitaciones técnicas del momento (el no poder hacer regresar la cápsula a la Tierra) hubiese sido condenarlo a una muerte segura.

Mientras se preparaban todos los detalles técnicos, el equipo decidió que el mejor tripulante posible sería un perro de pequeño tamaño, dadas las limitaciones de espacio existentes. Acordaron reclutar a los candidatos de las calles de Moscú, ya que consideraban que el instinto de supervivencia desarrollado para subsistir en esos inhóspitos ambientes jugaría a su favor para conseguir el éxito de la misión.

Diez perros vagabundos fueron recogidos inicialmente, siendo seleccionados finalmente tres por ajustarse a las características ideales para este fin. Los tres canes eran de raza indefinida y les fueron asignados los nombres de: Albina, Mukha y Laika (ladradora en ruso), siendo esta última quien resultó elegida para la misión debido a su temperamento más dócil. Muskha sirvió al equipo para realizar las pruebas previas de los distintos equipos de control médico que se utilizarían y Albina, quedó como la perra de reemplazo en caso de necesitar sustituir por cualquier imprevisto a la titular.

Laika, perra mestiza de unos dos años de edad, 6 Kg. de peso y corta estatura fue adiestrada a marchas forzadas para habituarse a sus futuras condiciones tanto de limitación de movimiento (fueron reduciéndole poco a poco el tamaño de las jaulas en que la confinaban) como su alimentación (agua y nutrientes en forma de gelatina suministrados desde el interior de su primitivo traje espacial). El doctor Vladimir Yazdovsky, encargado de dirigir el programa de entrenamiento espacial para perros, decidió llevar a Laika a su casa para que jugase con sus hijos durante los días previos al lanzamiento, consciente del triste final que le esperaba.

El equipo de científicos e ingenieros que tenían asignados la misión era consciente que se trataba de un viaje sin retorno, aunque siempre públicamente se manifestó lo contrario. Los responsables del proyecto habían prometido el bienestar del animal, facilitándole comida para siete días y espacio suficiente dentro de la cabina acolchada y presurizada del Sputnik-2 para que pudiese estar tanto acostada como de pie. Además, contaba con un sistema regenerador de aire que le proveía oxígeno y un ventilador para regular la temperatura del habitáculo. Laika estaría sujeta con un arnés especial para combatir los efectos de la ingravidez, disponiendo de una bolsa que recogía sus excrementos y estando sus señales vitales monitorizadas en todo momento desde el control en Tierra.

El mediodía del 2 de noviembre Laika fue situada dentro de la cabina y una vez pasada la medianoche se colocó al Sputnik-2 en la parte superior del vehículo lanzador. En la madrugada del día 3 de noviembre (02:30 h UTC) se produjo el lanzamiento con éxito. Una vez en órbita, desde la sala de control de la misión escucharon a Laika ladrar y percibieron los latidos de su corazón. Un informe telemétrico temprano indicaba que la perrita estaba agitada, pero comía.

La agencia de noticias soviética TASS informó en un principio que Laika regresaría a la Tierra tras estar una semana orbitando, descendiendo primero en su cápsula espacial y luego en paracaídas. Esto propició que muchas personas estuvieran pendientes de su regreso, produciéndose algunos altercados en distintos puntos del planeta, como el ocurrido en la ciudad de Santiago de Chile, donde testigos vieron descender a un perro en paracaídas, agolpándose una multitud pensado que se trataba de Laika, pero finalmente se comprobó que se trataba de un macho y que todo había sido un montaje de mal gusto.

Las autoridades soviéticas anunciaron que murió al cabo de una semana por falta de oxígeno apaciblemente, afirmando que registraron sus constantes vitales durante todo ese período. Pero no fue hasta el 2002, una vez desaparecido el antiguo bloque soviético cuando se conoció la verdad: Laika falleció tras las primeras 5-7 horas de misión después de orbitar únicamente cuatro veces alrededor del planeta azul, como resultado de las altas temperaturas (un fallo técnico impidió que la cabina se separase de la última etapa del cohete lo que propició un incremento excesivo de temperatura) y el pánico (estrés) que la experiencia le produjo, no siendo su final tan indoloro como se había asegurado.

El Sputnik-2 (conteniendo el cuerpo de Laika) se desintegró al contacto con nuestra atmósfera el 14 de abril de 1958 tras dar 2570 vueltas a la Tierra. Los científicos habían previsto, siendo consciente de la imposibilidad de hacer regresar a Laika viva, que con su última ración de alimento ingiriese un veneno que le evitase una muerte lenta y angustiosa, aunque finalmente no fue necesaria.

La misión suministró a los científicos los primeros datos del comportamiento de un organismo vivo en el medio espacial. Tras esta misión tripulada, los soviéticos siguieron enviando otros perros al espacio en el transcurso de sus investigaciones, eso sí, a partir de ese momento, todas las misiones fueron de ida y vuelta, aunque no en todas se pudo salvar la vida de los canes (de los doce utilizados, únicamente cinco regresaron con vida).

Laika murió, pero su recuerdo pasó a ser inmortal. Una región de Marte, el planeta rojo, fue bautizada con su nombre. En 1997, en la Ciudad de las Estrellas, se inauguró una placa en homenaje a los cosmonautas caídos en la que también está representada. En el Monumento a los Conquistadores del Espacio en Moscú, Laika y Lenin son los únicos personajes que se pueden reconocer por su nombre. Y en 2008, se inauguró en Rusia, cerca del lugar donde se desarrolló el proyecto del Sputnik-2, un monumento en honor a Laika.

In memoriam de Laika (1955-1957) quien dio su vida por el progreso de los seres humanos, los cuales, en su corta existencia, no le mostraron ni un atisbo de humanidad.









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