Tutankamón,
¿transmisor de muerte?
Desde
un primer momento el equipo de Carter fue consciente de la magnitud del
hallazgo, ya que, a diferencia de las otras tumbas descubiertas en la misma
zona, las cuales habían sido saqueadas en épocas pasadas, ésta conservaba en
las puertas de acceso a una de las estancias un sello indemne que garantizaba su
impenetrabilidad por más de tres mil años.
El
perfecto estado del sello, tanto de las cuerdas como del propio sello de
arcilla situado a la derecha con un relieve de Anubis, dios de los muertos para
los antiguos egipcios, se explica por la aridez del aire del desierto sumado a
la falta de oxígeno (al permanecer sellada al exterior), dando por resultado
que los objetos permanecieran secos y conservados.
El
descubrimiento de tan especial sepulcro fue documentado por el también
egiptólogo y fotógrafo británico Harry Burton a través de su cámara fotográfica,
proporcionándonos una colección de más de 1400 fotografías (algunas de las
cuales acompañan a esta narración). Esta catalogación in situ de los más de
cinco mil objetos allí depositados retrasó durante meses el descubrimiento del
sarcófago que contenía la momia del faraón, no accediendo a la cámara mortuoria
hasta el 16 de febrero de 1923.
En su
interior aparecieron tres sarcófagos (dos de madera dorada y el tercero que
contenía el cuerpo de oro macizo), en cuyo interior descubrieron la momia del
Tutankamón (Tut-Anj-Amón), un faraón no muy conocido hasta la fecha
perteneciente a la XVIII dinastía de Egipto, el cual apenas reinó durante nueve
años (1336-1327 a. C.). De él conocemos que murió adolescente, sin tener
todavía evidencias claras de las causas de su fallecimiento (accidentales, genéticas…).
Esta
circunstancia hizo que se forjara la leyenda de una supuesta maldición que
protegía el sueño eterno de Tutankamón y que caería sobre todo aquel que osase
perturbarlo. Entre las dieciséis muertes acaecidas no se encontró la de su
descubridor, Howard Carter, el cual moriría diecisiete años después del
hallazgo por causa naturales.
Existen
teorías científicas que tratan de explicar las causas de los repentinos
fallecimientos de algunos de los que entraron en las cámaras, como la que
defiende que, al haber estado selladas durante milenios, el aire retenido en su
interior podría contener esporas de hongos microscópicos tóxicas para los
pulmones de los visitantes. Otras hablaban de la existencia de polvo
proveniente de las deposiciones de murciélago que supuestamente hubiesen podido
frecuentar dichos espacios, letales por inhalación para los humanos.
Por
supuesto, para enriquecer la mundialmente conocida “Maldición de Tutankamón”,
hay quien defiende que Carter encontró en la antecámara de la tumba un ostracon
de arcilla cuya inscripción decía: “La muerte golpeará con sus alas a aquel que
turbe el reposo del faraón”, no existiendo evidencia material de tal hallazgo,
siendo el propio Carter el primero en negar la existencia de maldición alguna.
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