viernes, 12 de abril de 2019


Tutankamón, ¿transmisor de muerte?

 La figura del faraón Tutankamón es bien conocida por todos gracias al descubrimiento de su tumba intacta con espectaculares tesoros y por la sombra de una supuesta maldición. Fue en 1922 cuando el egiptólogo inglés Howard Carter descubrió tras años de investigación el acceso a las cámaras subterráneas ubicadas en el Valle de los Reyes (frente a Lúxor, Egipto) donde descansaba la momia real.

Desde un primer momento el equipo de Carter fue consciente de la magnitud del hallazgo, ya que, a diferencia de las otras tumbas descubiertas en la misma zona, las cuales habían sido saqueadas en épocas pasadas, ésta conservaba en las puertas de acceso a una de las estancias un sello indemne que garantizaba su impenetrabilidad por más de tres mil años.

El perfecto estado del sello, tanto de las cuerdas como del propio sello de arcilla situado a la derecha con un relieve de Anubis, dios de los muertos para los antiguos egipcios, se explica por la aridez del aire del desierto sumado a la falta de oxígeno (al permanecer sellada al exterior), dando por resultado que los objetos permanecieran secos y conservados.

El descubrimiento de tan especial sepulcro fue documentado por el también egiptólogo y fotógrafo británico Harry Burton a través de su cámara fotográfica, proporcionándonos una colección de más de 1400 fotografías (algunas de las cuales acompañan a esta narración). Esta catalogación in situ de los más de cinco mil objetos allí depositados retrasó durante meses el descubrimiento del sarcófago que contenía la momia del faraón, no accediendo a la cámara mortuoria hasta el 16 de febrero de 1923.

En su interior aparecieron tres sarcófagos (dos de madera dorada y el tercero que contenía el cuerpo de oro macizo), en cuyo interior descubrieron la momia del Tutankamón (Tut-Anj-Amón), un faraón no muy conocido hasta la fecha perteneciente a la XVIII dinastía de Egipto, el cual apenas reinó durante nueve años (1336-1327 a. C.). De él conocemos que murió adolescente, sin tener todavía evidencias claras de las causas de su fallecimiento (accidentales, genéticas…).

 Su temprano y trágico encuentro con la muerte parece ser que no se limitó a su fallecimiento. Del equipo de participó en el descubrimiento de tumba, fueron varios los miembros o familiares de los mismo los que en un espacio de tiempo bastante breve, fallecieron repentinamente y no siempre por causas comprensibles.

Esta circunstancia hizo que se forjara la leyenda de una supuesta maldición que protegía el sueño eterno de Tutankamón y que caería sobre todo aquel que osase perturbarlo. Entre las dieciséis muertes acaecidas no se encontró la de su descubridor, Howard Carter, el cual moriría diecisiete años después del hallazgo por causa naturales.

Existen teorías científicas que tratan de explicar las causas de los repentinos fallecimientos de algunos de los que entraron en las cámaras, como la que defiende que, al haber estado selladas durante milenios, el aire retenido en su interior podría contener esporas de hongos microscópicos tóxicas para los pulmones de los visitantes. Otras hablaban de la existencia de polvo proveniente de las deposiciones de murciélago que supuestamente hubiesen podido frecuentar dichos espacios, letales por inhalación para los humanos.

Por supuesto, para enriquecer la mundialmente conocida “Maldición de Tutankamón”, hay quien defiende que Carter encontró en la antecámara de la tumba un ostracon de arcilla cuya inscripción decía: “La muerte golpeará con sus alas a aquel que turbe el reposo del faraón”, no existiendo evidencia material de tal hallazgo, siendo el propio Carter el primero en negar la existencia de maldición alguna.

                                                      - juancarl 20/19 -





 

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