viernes, 15 de febrero de 2019


“Florinda perdió su flor” e Hispania pasó a ser musulmana:

 Hispania visigoda, principios del siglo VIII. Tras la muerte del rey Witiza, el reino godo de la Península Ibérica estaba inmerso en una grave crisis política, social e institucional, la cual desembocó en guerra civil.

En uno de los bandos, se encontraba Roderico, más conocido como Don Rodrigo (Dux de la Bética quien sería el último rey visigodo de Hispania), elegido rey por consenso de la nobleza visigoda y no por herencia, cuyo reinado duraría apenas un año tras su coronación en el 710.

En el otro bando encontramos a Agila, hijo de Witiza y asociado a su trono, el cual a la muerte de su padre era apenas un niño. Nombrado monarca por sus partidarios como Agila II, reinó en la zona septentrional de la península (provincias romanas Tarraconense y Narbonense).

El enfrentamiento entre ambos propicia que Oppas, obispo de Sevilla y tío de Agila, solicite ayuda a los musulmanes para derrotar al ejército de Don Rodrigo y conseguir así que su sobrino reine en toda Hispania, resultado esta estratagema un grave error de cálculo, ya que una vez dueño de la situación los de la media luna, nunca le cederán el control a ningún monarca godo.

El 28 de abril del 711 tropas principalmente bereberes comandadas por Tariq ibn Ziyad (lugarteniente de Musa ibn Nusair, gobernador y general del califato damasquino Omeya en el norte de África) desembarcaron en Tarifa iniciando así la conquista de la península, gracias a la permisividad y a las naves de Don Julián, gobernador de Ceuta y Algeciras, quien propuso y facilitó la llegada de las tropas musulmanas a Hispania tras previas incursiones lucrativas por la costa de la Bahía de Algeciras que terminaron de convencer a Musa.

Tras días cruzando el estrecho en ambas direcciones los barcos de Don Julián transportando al contingente de Tariq, llegaron a concentrar a más de 7000 efectivos en el actual peñón de Gibraltar, desde donde empezaron el avance con la conquista y saqueo del territorio y poblaciones que encontraban a su paso. Don Rodrigo, informado de tal amenaza, se desplazó tan rápido como pudo con parte de su ejército desde el norte (donde estaban batallando contra los vascones) hacia la Bética, con la intención de frenar el avance. El choque entre los dos ejércitos se produjo junto al río Guadalete (Batalla de Guadalete), siendo el ejército godo derrotado y Don Rodrigo muerto en batalla (diversas fuentes no contrastadas narran que las fuerzas de los hijos de Witiza cubrían los flancos del contingente cristiano y que, en plena batalla, desertaron ayudando a los musulmanes a masacrar a las fuerzas leales a Don Rodrigo).

Tras esta gran derrota, las tropas de Tarik y de Musa avanzaron rápidamente por el territorio peninsular (pactando rendiciones más que luchando) llegando incluso a cruzar los Pirineos, donde fueron frenados por las tropas francas dirigidas por Carlos Martel en Poitiers (732).

Hasta aquí, los datos históricos de la invasión de Hispania y el nacimiento de la provincia califal de Al-Ándalus. Ahora, trataremos la historia/leyenda de Don Julián, su hija Florinda y Don Rodrigo, para intentar averiguar cuál pudo ser el motivo (o uno de ellos) que justificaran la traición de magnate cristiano.

El conde Don Julián, también conocido como Olbán, Urbán o Urbano, de origen godo o bizantino (por determinar) gobernaba con la ayuda de contingentes visigodos la zona del estrecho, punto clave para cualquier intento de invasión por la parte meridional de Hispania. Como era costumbre en la época, los hijos/as de la alta nobleza eran enviados a la corte (en este caso a Toledo) para mejorar su educación y sus contactos con los dirigentes. Y aquí fue donde, según cuenta la leyenda, se empezó a fraguar la desgracia.

Florinda, también llamada la Cava (despectivo), única hija de Don Julián y joven de gran belleza fue destinada al servicio personal del rey, concretamente a una tarea muy íntima como era la extracción de los ácaros producidos por la sarna de la que era víctima el monarca, labor que realizaba con amor reverente, sumo respeto y cuidado con un alfiler de oro. La joven, solía salir pasear con sus doncellas al atardecer por el cauce del río Tajo donde le gustaba refrescarse/asearse desnuda en sus frescas aguas. Al parecer, el monarca descubrió esa inocente costumbre y empezó a espiarla a escondidas desde un torreón cercano al puente de San Martín (conocido desde entonces como el torreón del Baño de la Cava) y a obsesionarse con su virginal cuerpo.

Aunque existen distintas versiones sobre lo que sucedió después (se enamoraron y mantuvieron relaciones sexuales consentidas, él la forzó ante la negativa de ella, …) la cuestión es que sintiéndose ultrajada (bien por la agresión sexual bien por la negativa de Don Rodrigo a casarse con ella) le escribió a su padre narrándole tal deshonor.  Don Julián, decidió ir a por ella y una vez de vuelta a Ceuta, vengar su honor de la forma más efectiva: privar al rey de su reino y de su vida.

Según sigue contando la leyenda, Don Julián acompañó a las fuerzas musulmanas en la invasión del territorio peninsular, participando en la Batalla de Guadalete y siendo él quien mató a Don Rodrigo en el campo de batalla (insisto, información no avalada por evidencias históricas, más cuando su cuerpo nunca fue hallado).

El final de Florinda tampoco es conocido, aunque sigue contando la leyenda que poco después, los transeúntes de aquellos lares empezaron a ver cerca del torreón una mujer (espectro) con la melena larga que vagaba en penitencia su desdicha en las frías noches toledanas.

Lo que sí queda claro es que, sin la colaboración del llamémosle “guardián del estrecho”, la invasión musulmana no se hubiese producido o se hubiese producido de forma más lenta y trabajada, dando quizás tiempo a los godos a unir todas sus fuerzas y organizarse para la defensa, pero eso ya nunca lo sabremos.

 

                                               - juancarl 20/19-